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El Único Que Sabe Como Hacerlo

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Frank, you did it again.

Frank, you did it again.

Sabrán ustedes que este año en la entrega de esto que se denomina premios Príncipe de Asturias el agraciado en la categoría de “Arte” es el arquitecto Frank Gehry. (Frank Gehry, You’re a genius!).

No vamos a entrar en esta ocasión en la conveniencia del premiado, ni tampoco en el dislate mayúsculo que supone que la arquitectura se premie dentro del apartado “Arte” (Al maestro Antonio Miranda le daría un parraque, o dos), cosa esta propia de burgueses revenidos capaces de banalizar la complejidad de esta disciplina a términos entendibles… precisamente por su desinterés en entenderlos de verdad quedando así reducidos a la categoría de artisteo de conversación de café en salón de té dieciochesco.

Nos centraremos hoy en usar la calculadora y un poco el sentido común y, quizá, en hacer un poco de memoria, que nunca viene mal.

Así que agarren su Casio y vamos allá.

Y es que con motivo de la cercanía de la gala, en el Semanal XL entrevistan a algunos de los premiados y, entre ellos, al protagonista de nuestra aventura. La cosa discurre por los caminos habituales (Clichés sobre lo que significa ser de Bilbao incluidos) y como no, deriva en la siguiente pregunta:

X.L. Hay quien dice que sus obras representan la era de la opulencia financiera y de los presupuestos sin fin.

F.G. ¡No es verdad! Odio esa impresión de que mis edificios son caros. El museo de Bilbao se construyó por 100 millones de dólares 300 dólares el m2, cuando la mayoría de los museos costaban el doble. Es barato teniendo en cuenta lo que obtuvieron a cambio, ¿no? Son los otros arquitectos los que gastan demasiado. ¡Yo soy barato!

No es la primera vez que Gehry se rebela contra sí mismo, ni la primera que responde a una pregunta levemente inquisitiva negando la mayor. Hace no demasiado, y preguntado por la cuestión sostenible afirmaba sin complejos que a él a verde no le ganaba ni García Lorca recitando el romanero gitano impreso en papel reciclado desde una granja ecológica.

Pero, por ser finos, vayamos a lo matemático: 100.000.000 de dólares 300 dólares el m2. Una precisión previa: en la misma entrevista que les referenciamos en el párrafo anterior Gehry habla de pies cuadrados, lo que seria mucho más lógico. Por tanto, y tomando ese m2 como un error de transcripción (De lo contrario el museo necesitaría más de 300.000 metros cuadrados):

1m2 = 10pies2

100.000.000 de dólares 3.000 dólares el m2.

Una simple división produce el siguiente cómputo:

100.000.000 / 3.000 = 33.333,333333 m2.

El museo tiene realmente: 24.000 m2 (Pagina de la propia institución)

Así que fiándonos del asunto pueden pasar dos cosas, o que falten metros o que falten dólares. Siendo los metros algo bastante difícil de escamotear (A menos que se sea un promotor español), el resultado es:

100.000.000 / 24.000 = 4.166 dólares / m2

Dejando de lado la diferencia, no sabe uno los presupuestos que maneja Mr. Gehry pero en este país (Y más hace ya 20 años) 600 euros es lo normal, 1.000 es de lujo, 3.000 de lujo asiático y 4.166 ya es Downton Abbey vestidos de gala, con acento de Eton, y como para que te de un infarto de la emoción.

O sea, que barato, lo que se dice barato, la verdad, no.

Otra cuestión muy distinta es que haya sido rentable. Y en este caso, evidentemente, lo ha sido. El efecto Guggenheim ha funcionado sólo una vez. Sólo esta vez. Sólo con el Guggenheim y sólo en Bilbao. Lo peculiar es que ni siquiera Gehry parece saber exactamente por qué.

X.L. El llamado ‘efecto Bilbao’ dio lugar al ‘efecto Guggenheim’: la obsesión de muchas ciudades por reinventarse alrededor de un edificio icónico. ¿No es un concepto urbanístico peligroso?

F.G. Olvidé contarles un pequeño truco: yo soy el único que sabe cómo hacerlo [se ríe].

La respuesta podría ser una simple broma, y sin embargo revela mucho de la realidad con la que se desarrolló el caso Bilbao en su exportación a otros pagos y su prolongación como teoría urbana – arquitectónica. En la historiografía del proceso, y en sus narraciones posteriores, se obvia y elimina todo aquello que hizo de la regeneración de Bilbao un éxito y que aunque incluía el museo no era ni mucho menos exclusivamente dependiente de este. Se obvió el profundo trabajo urbano de cambio de modelo de ciudad, de mejora de la movilidad y reconversión, que empezó mucho antes del edificio y siguió mucho después de haberse terminado este, así como la implicación social, cultural y económica de transformación conseguida por el ayuntamiento (con sus errores y sus aciertos, como cualquier empresa humana, pero con su balance claramente positivo).

Lo que queda, por tanto, es la simplificación de la era del starchitect en su más sencilla definición: Yo soy el único que sabe como hacerlo / Mi firma es la salvadora / Lo que necesitamos es un genio que sepa como hacerlo / Un edificio de un genio que sepa como hacerlo.
Todo se diluye, encorsetado y restringido, a la obtención de ese mastodonte construido al que adorar por la peana. A la multiplicación de una nueva tipología: El Edificio Genial. La Obra de Arte Edificada. El Edificio Sorprendente, cuyas características independientemente del programa, del uso, del lugar o de la existencia o no (mayoritariamente, no) de ese trabajo denso y minucioso que fue capaz de absorber el edificio de Gehry en la ría., son siempre las mismas: El berrido antes que el susurro, el sable antes que el bisturí y la chundarata antes que la armonía. El gasto público, en suma, antes que la participación ciudadana razonada.

[Tampoco queda claro para el que suscribe que Gehry “sepa como hacerlo” sin lo anteriormente descrito. Sus edificios para el Disney Concert Hall o para el Stata Center no se acercan, ni de lejos, a los efectos conseguidos por su obra seminal, faltos como están de un entorno de trabajo urbano previo que los arrope]

No es la única perla esta que nos deja Gehry. Quizá la más característica del resto – y que en general han repetido hasta la extenuación los arquitectos de su conciliábulo, el club del Jet-Lag – sea la de una patente separación de la realidad que para el arquitecto californiano viene claramente expresada en la pregunta:

X.L. En su casa le inculcaron una fuerte conciencia socialista. ¿Cómo se traduce su ideología política en sus edificios?

F.G. En el respeto por la humanidad. Trato de involucrar a las personas con materiales accesibles. Como esta habitación. No es nada sofisticada: madera y vidrio, pero es agradable, ¿verdad? Pues eso es lo que busco.

Recuerda uno, que ya calza unos años, que siendo estudiante visitó el museo Guggenheim aun en obras. Hacía de cicerone el arquitecto Cesar Caicoya, codirector de la obras si mal no recuerdo, y lo que tras tantos años queda en mi memoria es que el tour representaba un paseo por el “más difícil todavía” (que suele venir de la mano del “más caro todavía”) arquitectónico como preludio perverso de lo que se avecinaba en las décadas posteriores.

No había dos vigas metálicas iguales, las grapas de fijación de los aplacados habían tenido que construirse expresamente para cada pieza por que el efecto de succión era mayor del esperado. Los mismos aplacados presentaban un biselado en las esquinas innecesario y puramente resultadista y –como no- la cobertura de titanio y los vidrios curvados no eran precisamente “materiales accesibles”.

De hecho, coincidió aquella visita con las primeras pruebas del aplacado ante los inesperados “abolsamientos” de las placas de titanio: La extrema delgadez de las piezas para poder adaptarlas a las curvas cuárticas las hacía combarse bajo su propio peso produciendo el efecto que hoy día conocemos y que en su momento trataron de evitar (Las pruebas incluían pegados, remachados o, como parece que finalmente ocurrió, engatillados que hubo que terminar con labor de costurero artesano en esquinas y encuentros complejos cuyo mantenimiento (Y su coste) sólo puedo empezar a imaginarme)

[Con los años ha tenido uno la oportunidad de visitar el Stata Center (Boston), las Bodegas Marques de Riscal (La Rioja), el DG Bank (Berlín)…. y ni aplicando una extrema laxitud podría uno llegar a apreciar esa accesibilidad, oculta por el exceso gratuito general]

La pregunta que subyace es –como casi siempre en estas ocasiones- ¿Por qué? ¿Cuál es la necesidad de esa impostada referencia al respeto por la humanidad traducida de forma simplista en esos “materiales accesibles” de un arquitecto que podría muy bien no necesitarla? El Guggenheim, y en general la obra de Gehry con sus aciertos y debacles, puede muy bien defenderse (al menos hasta cierto punto) sin necesidad de recurrir a estos trucos de trilero que se sostienen poco ante un análisis medianamente coherente como se sostiene poco para quienes tengan un mínimo criterio el concepto de “ser el único que sabe hacerlo” aplicado a grandes transformaciones urbanas como la de Bilbao. Es quizá en buena medida esa negación de la realidad, este exceso de protagonismo ensimismado, la que ha provocado que durante 10 años gran parte de la obra pública –y de la disciplina arquitectónica- hayan recorrido un camino yermo, sin salida y autosatisfecho que escasas mejoras ha supuesto para la sociedad.

A la postre, no se trata de que Gehry salvara a Bilbao sino de que Bilbao se salvo a si misma, algo que se recuerda muy poco, que es muy distinto y, desde luego, bastante más socialista.

Written by Jose María Echarte

octubre 20, 2014 a 11:59

Publicado en General

2 respuestas

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  1. Como casi siempre, acertado artículo. Sobre la cuestión del coste del Guggenheim, aquí tienen un interesante enlace del Tribunal Vasco de Cuentas (resumen de prensa) que fiscaliza el coste real de la inversión, que lejos de ser los 14.000MPtas inicialmente presupuestados y citados por el autor, llega a casi el doble, unos 28.000MPtas (unos 170M€), si contamos con las desviaciones de obra, los «suplementos» de honorarios del genio-que-lo-sabe-hacer y sus asistentes ejecutores y las obras de arte y demás derechos que nos compramos entre todos los vasquitos y vasquitas para llenar el edificio y ser lo más de lo más.

    Haz clic para acceder a guguenpren.pdf

    Por cierto, una tontada localista y sin importancia: el enésimo clon Gehry, las Bodegas Marqués de Riscal, están en Elciego, en la región vitinícola de La Rioja, cierto, pero en La Rioja Alavesa, (Álava, País Vasco), no en la Comunidad Autónoma de su mismo nombre. Paradojas sin importancia salvo para los de pueblo, qué le vamos a hacer.

    fernando_mh

    octubre 23, 2014 at 18:31

  2. Excelente entrada (como siempre)! Por esas cosas de la emigración forzosa, pasé por Panamá y tuve la desgracia de visitar una de sus últimas obras, el Museo de la Biodiversidad: un auténtico bodrio de colorines con alas unidas por un espacio exterior húmedo e inhóspito por el que te ves forzado a pasar una y otra vez de camino al siguiente despropósito. El éxito planetario de su fotogénico proyecto bilbaíno fue una suma de circunstancias irrepetible por más que intente replicarlo una y otra vez.
    Saludos,
    Iago López

    iago lópez

    noviembre 13, 2014 at 4:39


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