Archive for marzo 2013
The Mountain Inferno
Ayer, en una votación descacharrante de estas que tanto gustan a los políticos españoles –tan carentes ellos de principios o nada sólido que se le parezca y siempre pendientes de salir en la foto (Y por tanto no moverse, como ya vaticinaba Guerra)- el Partido Popular y el resto de fuerzas políticas de Galicia decidieron ponerle punto y final a las obras de la Cidade Da Cultura de Galicia.
En otras palabras, decidieron no seguir construyendo, lo que no significa que no vayan a seguir pagando en una liquidación que se prevé más tensa que un baile de vampiros en pabellón de hemofílicos, dado que sospechamos andarán pendientes modificados, reformados…. y dado el simple hecho de que lo que las constructoras contrataron fue la obra completa y la paralización implicara demandas de compensación. Les parecerá extraño, pero como me dijo una vez un jefe de obra de cierta constructora española: “Yo cobro por hacer y cobro por dejar de hacer”.
Pocas obras como la Cidade da Cultura (Con el agravante de llevar además ese nombrecito como recochineo) representan el pantano por el que ha circulado una parte de la arquitectura pública; una representación que permea todo el ecosistema y que incluye en igual orden de responsabilidad en el despropósito a la casta política (des)gobernante, a la profesión –representada por jurados, instituciones, universidades, etc- y a los medios de comunicación sean estos generalistas o especializados.
Veamos, someramente.
Exposición / Explotación
No se dejen engañar. Las exposiciones del ICO: SPAIN MON AMOUR y RUINAS MODERNAS no son complementarias por ser contrapuestas, una mostrando las desgracias de la burbuja ya explotada y la otra las grandes obras de este periodo.
Ambas muestran lo mismo. Ambas reflejan un sistema fallido, basado en la explotación: la del territorio y los recursos naturales y económicos una, la de las personas la otra.
Y si bien la primera –Ruinas Modernas– es necesaria e interesantísima porque nos pone frente a la realidad sin engaños y documenta un pasado que ciertos sectores se empeñan en olvidar (No hay que ir muy lejos, en la otra exposición) la segunda, todavía con esos pedestales humanos que se llevaron a Venecia, es una metáfora perversa de una generación de arquitectos que no ha sabido –ni ha querido en buena medida- entender que más allá de las obras, los premios y las bienales, está el mínimo respeto por la profesión, por los compañeros, y –también, como no- por la ley y las mínimas reglas del juego y que ha condenado a las generaciones más jóvenes a ser simple carne de cañón, parte de un sistema distópico basado en la pura y simple explotación y en su perpetuación infinita.
La cosa está clara. Los primeros son sostenidos. Los segundos, quienes no importan, no se les distingue, dan igual, son simples objetos sin cara… sostienen. A la mayor gloria. Precioso.
Que esto, además, se represente en el ICO, entidad pública, resulta ejemplo clarificador de cómo todo cambia para seguir exactamente igual, y de cómo aquello que en un polígono industrial con unas naves y unos talleres nos parece execrable, travestido de “arte” o de moderneo impostado, cuela todas las malditas veces.
Vayan a ver la exposición., y por exposición me refiero a RUINAS MODERNAS. Lo otro…en fin, se me ocurren mejores –mucho mejores- cosas que hacer que reírle las gracias a Lampedusa.
El Señor….Ito
Y el premio Hoteles Hyatt es paraaaaaaa….
Procedamos por partes, como diría Jack el Destripador, mientras deconstruía la disciplina de la cirugía como acuerdo político en sus performances por Whitechappel. O así.
Leerán estos días aquello tan manido del Nóbel de la Arquitectura aplicado al premio Pritzker. Una mirada sencilla al jurado –en el que no está Benedetta, pero podría, ojo, porque ella ha tomado pescado con Toyo- lo aleja bastante del premio de la academia Sueca (Capaz también de lindos despropósitos como el de darle el de la paz preventivamente a Barack “Cow-Boy del estrecho de Ormuz” Obama). El premio Pritzker lo entrega una fundación privada sostenida por la cadena de hoteles Hyatt y con un jurado en el que junto a algunos miembros de interés, como Glenn Murcutt, aparecen otros inexplicables como Aravena o elementos peculiarísimos como el Lord Palumbo, al que solo podemos imaginar como recién salido de un sketch de Monty Python y capaz de los clichés más espectaculares cuando habla de arquitectura.
Sigan, que la cosa promete.
Gris sobre Gris
La perversión máxima de la actitud absolutamente opaca y ajena al respeto por lo público de algunas administraciones en este país es aquella que se envuelve de un impostado paternalismo pseudocaritativo. Aquella que se ve presidida por el despótico “es por vuestro bien” o que se ofrece como regalo –envenenado- y que en la aceptación del mismo lleva implícita la renuncia a los principios éticos (y legales) más básicos empañada por la máxima de nuestro tiempo de que el dinero todo lo compra, incluidos los principios.
Una aceptación esta que más allá de lo que ofrezca tiene un único objetivo: El de beneficiar a unos pocos y destrozar –un poco más si cabe- el mínimo sustento moral que pueda quedar en ciertos aspectos de la vida pública. El de llevarnos al barro, arrastrados por el sonido de la flauta de Hamelin de los Euros contantes y sonantes mientras entonamos –a coro- que el fin siempre justifica los medios.
Y de todo esto está plagada la anunciada –a bombo y platillo- construcción de un museo de la Arquitectura en Madrid, auspiciada por la funesta Alcaldesa Ana Botella (A la que nadie votó) y por Emilio Ambasz (Al que nadie, al menos para esto, ha votado).
Lean, lean.