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How to make trends, and influence people
Hablábamos el otro día, a propósito de la patochada cafetera de Ai Wei Wei en el Pabellón de Barcelona, de la abulia que afecta a la prensa, a la sociedad y en particular a esta profesión cuando se trata de establecer una línea en la arena que diferencia el espejismo de la realidad, o si lo prefieren del todo vale.
Curiosamente, los últimos días, aparece publicado con cierta profusión el proyecto “Ocaña de España” de Manuel Ocaña, debido a la publicación de un video de lo que se supone será la película asociada al proyecto y que lleva mismo nombre. Para los que no conozcan el proyecto, se trata de unas viviendas en Ocaña…. que imitan (Y mucho) a las casas colgantes de Cuenca. En resumen, esto.
Sin entrar en juicios éticos sobre la conveniencia o no de dedicarse al cartón piedra (literal en este caso) y a construir las casas colgantes en la meseta Castellano-manchega, debemos aclarar que las viviendas nos importan entre poco y nada. Tenemos visto lo mismo hasta la extenuación, mil veces repetido. Los que somos de costa, mas aun y en muchas vertientes. Cortijera, neoromana, neogriega y un largo etc, nada nuevo por este sector. Nada nuevo bajo el sol. Cortijos con geranio y barandilla de vidrio y jacuzzi de última generación, los hay a patadas.
Salas de Espera
Normalmente esto ocurre porque donde nadie les llama es donde se lucen, el toreo de salón ya saben ustedes, el boxeo de sombra, sin despeinarse; y es que donde si interesa están esperando, por este orden, Islero redivivo y Myke Tyson con hambre de oreja. Y ahí, claro, el problema es que pegan y que las cornadas son muy traicioneras en esta época del año. Véase como ejemplo la reciente epístola de la decana del colegio de Madrid pidiendo prudencia y templando gaitas sobre las demandas contra estudios de arquitectos por contrataciones ilegales en régimen de falsos autónomos. La opinión de esta santa casa es que han tenido los COAs AÑOS para alertar a los estudios (a los arquitectos, en suma) de lo que estaban haciendo y de a lo que se exponían. Años en los que no se les ha oído un esta boca es mía. Ahora, con la gente yéndose al paro, sin paro, y con los compañeros denunciando, allá acude el colegio raudamente cual general Custer a tratar de poner paños calientes.
Como bien saben ustedes, hoy en día los arquitectos jóvenes (y no tan jóvenes) están hasta más allá de la cúpula del trueno de trabajar de esclavos, manumitidos o sin manumitir, en un régimen de aprendizaje eterno en el que no sólo se les niega la mas mínima garantía laboral, sino que se les trata a ratos como delineantes, a ratos como administrativos, a ratos como el chico de los recados y para lo que interesa se les ofrece el triste caramelito de ser colaboradores, figura ésta de legalidad inexistente y que pinta menos que la Tomasa en los títeres.
Seamos sinceros, por muchas veces que se haya salido en el Pasajes como “colaborador”, con fuente de letra de tamaño 6, cuando vayas a presentarte a un concurso y te pidan que justifiques la solvencia técnica, como mandan los cánones y la LCSP, o tienes un CERTIFICADO de la entidad contratante que diga que sí, que efectivamente el edificio lo has hecho tú, o no te comes un colín. Tampoco te valdrá para presentarte a un concurso de ideas en el que se puntúe el curriculum en caso de empate (por ejemplo), dado que al ser colaborador te pedirán una estimación del porcentaje de colaboración y un certificado de la tal colaboración y te valoraran con respecto a ella.
Cuentos chinos
Ahora que los fastos han concluido….
Hagamos un poco de historia.
En 1936 se celebraron unos juegos olímpicos en Berlín. Era canciller por aquel momento un tipo bajito, de origen bavaro, con ciertas aspiraciones artísticas frustradas, mucha labia y tremendamente peligroso. Tenía bigotito. Ya saben.
Los juegos se organizaron como un escaparate de las bondades del sistema nacional-socialista. De la nueva Alemania aria. Así, publicitados por Goebbels, construidos por Speer y filmados por Riefenstahl, se convirtieron en un arma propagandística de primer orden al servicio del nazismo.
Alemania arraso en aquellas olimpiadas con 89 medallas frente a las 56 de su mas inmediato perseguidor, Estados Unidos.
¿Les suena de algo?
Acordándonos de esto, leemos con curiosidad un artículo aparecido en El País de su crítico de arquitectura de cabecera Luis F. Galiano sobre la arquitectura de Beijing 2008. Lo leemos sorprendidos y, como nos suele pasar con los artículos de Galiano, confundidos. No es que le encontremos capaz de defender una cosa y la contraria en artículos diferentes, es que le encontramos capaz de hacerlo en el mismo artículo.
Cars and… Houses
Cars and Girls es una canción de Prefab Sprout. Si no les suena ni la canción, ni mucho menos el grupo….hagán el favor de abstenerse de ponerlo en los posts y al menos mi edad quedará protegida por un velo de oscuridad misteriosa….Ejem.
La canción en concreto, era una especie de colleja musical ochentera a Bruce Springsteen, diciéndole que a veces hacían falta mas cosas que coches y chicas (Dos de los temas favoritos del Boss, aunque evidentemente, no los unicos).
Escuchando el otro día el disco (Si, disco, vinilo, agujas….ya saben, sílex puro, allá, en mi caverna…), me acordé de que hay muchas fotos de arquitectura con coche. Concretamente de casa con coche.
En la mayoría de los casos no creo que sean en absoluto casuales. Tiendo a pensar siempre que nada, consciente o inconscientemente, lo es.
Recuerdo esta:
Que quien más quien menos, habrá visto en el Paperback o en el «Ideas y Formas» de Curtis. Es la propuesta de 1927 para la Weissenhof Siedlung de Sttutgart de Le Corbusier. No se ve bien la marca del coche imagino que sera un Daimler Benz. Sospecho que LC. hizo la foto a conciencia. Una casa como un coche, una máquina de habitar ya saben… También saben todos los malentendidos que esto trajo después, pero no se puede negar que en la imagen, ambas «máquinas» se complementan. Quiza la casa destaca algo frente al coche y su ocupante con su gorrito, tan años 30. Pero ambos son objetos de su tiempo, actuales, magníficos.
La simbiosis es aun mayor en esta otra imagen de LC:
Es la zona de acceso de la Villa Savoye. La promenade architecturale ya no es, como ocurria en la casa para su madre, un paseo peatonal, es una llegada motorizada. La vivienda se aprecia llegando en coche y no andando.
Si avanzamos unos años, nos encontramos con esta otra imagen:
Se trata del Upper Lawn Pavillion de Allison y Peter Smithson en Fonthill (Wiltshire) de 1962. El coche es un Citroen Tiburón. Si en ninguno de los otros casos es casual el vehiculo, mucho menos en este, en el que los Smithson parecen referirse con una ironia muy british-pop a la Maison Citröhan (Pronunciese Citroen) de LC. La arquitectura recuerda a la de la vivienda de la Weissenhof Siedlung. Brut-Allison, Brutalism, un vuelta a una relación mas clara (¿Por honesta o por popular?) entre construcción y espacio.
Relacionada con el objeto maquínico de LC, pero tomado como parte de la cultura popular. Un acercamiento menos calvinista que el del frances. Recuerden la exposicion TIT, de la que los Smithson forman parte, en la que había una famosa obra: «Just what is it that makes today’s homes so different, so apealing» [Qué hace las casas de hoy tan interesantes, tan estimulantes] (Imagen 027TT-1956 del enlace anterior)
Despues de este paseo, lleno de referencias, de objetos y arquitecturas magníficas. Uno se encuentra esto:
Y no sabe en que momento perdimos el tren…. o mejor el coche. O incluso el norte.
Habria que volver a preguntarse «¿just what it is that makes today’s homes, so different, so apealing?»
Colegios horizontales, casi planos
Vaya por delante que no puedo más que respetar profundamente a quien se lía la manta a la cabeza y decide presentarse a la junta de gobierno de un colegio profesional. Si este Colegio es el de Arquitectos… la cosa es rayana en el martirologio, así que con más motivo. Creanme, se de lo que hablo, por experiencia en mis trémulas carnes.
Me llega por la güeb la página de una candidatura a la junta del COAS. El COAS, para el resto de Colegios andaluces es como el coco. Es el mas grande de todos (No el mas “rentable”, esa palma se la lleva tradicionalmente Málaga). En número de colegiados es imbatible y tiene una tendencia tradicional a imponer su santa voluntad. Esto no es ni malo ni bueno per se, si el de Almería fuera igual de grande haría lo mismo. Y haria bien.
Para los que no estén al tanto, lean y lloren, un poco de historia:
Antiguamente existían dos colegios andaluces Oriental y Occidental con sedes en Granada y Sevilla. La Junta de Andalucía decidió en su momento “divividir y vencer” (A esto, como en Blade Runner, no se le llamo exterminio, se le llamo….decreto), convirtiendo dos colegios potentes y dos órganos que representaban a un número considerable de ciudadanos en 8 minicolegios, con la sana intención de que se dieran de puñetes entre ellos. Como suele ser mas fácil hablar con uno que con ocho a la vez, por el mismo decreto crearon el Consejo Andaluz de Colegios Andaluces (Con sede, como no, en Sevilla) como interlocutor único. O sea separar primero y juntar después. Vivan las ideas claritas y el chocolate espeso. El Consejo, a que engañarnos, es un engendro burocrático interpuesto. Ni esta, ni se le espera. Agrava esta situación el hecho de que quien se sienta en el Consejo Superior es el presidente del Consejo Andaluz. Fantabuloso, dado que su voto es plenamente suyo. Hablando en plata, que puede votar lo que se le ponga en un pie, estén o no de acuerdo los decanos de Andalucía.
¿Asustados? En las sabias palabras de Porky Pig, no se vayan todavía que aun hay más.
Leo la presentación de la candidatura cuando la situación no es ni mucho menos esperanzadora, los colegios tienen una larga tradición de estar de espaldas a la realidad. El visado lleva toda la pinta de desaparecer, por ejemplo. Es bien sabido que MAFO, antes de estar en el Banco de España, le tenia puesta la proa. Lo lloraremos con tristeza, o bailaremos desnudos sobre las llamas de una hoguera hecha con los sellos de caucho. Aun no lo tengo claro. Lo que si parece es que muchos colegiados lo consideran cada vez mas un impuesto revolucionario. Lo que respira de fondo es que la Unión Europea no entiende muy bien la figura de un visado que, en teoría, comprueba un proyecto que la administración va a comprobar después y que firma un técnico competente (entiéndase por competente que tiene el titulo, ya saben). Si el visado desaparece, desengáñense, los Coa tendrán que replantearse su existencia.
Siempre he pensado que el modelo que me gusta (Tampoco para tirar cohetes, pero algo mas) es el del RIBA (Royal Institute of British Architects). Inglaterra, ese país. Una gente que hace una ginebra como la Martin Miller no puede estar equivocada. El sistema es el siguiente, a grandes rasgos. Usted puede ejercer de arquitecto sin colegiarse. A pelo. Aquí paz y después gloria y que Dios reparta suerte. No obstante si usted pertenece al RIBA es por que es usted la creme de la creme, o, al menos, ha demostrado que hace las cosas de una determinada manera. O sea: bien. ¿Qué usted presenta (y firma) un CFO donde pone que una cosa mide 5 cuando en realidad mide 4? Allí tiene usted la puerta y a escupir a la vía. ¿Qué esta usted firmando un certificado falso, Mr. Peabody? ¡! God save the queen!! No puede usted seguir siendo miembro (To the Street).
No tengo muy claro si el visado debería convertirse entonces en una supervisión en toda regla, partida a partida y plano a plano, alineación por alineación y metro a metro. He sufrido supervisiones de la administración y pueden llegar a ser excruciantes. También es cierto que fallan. Como lo es a su vez que tampoco puede decirse que sean completamente inútiles.
Hay algo que me gusta de la candidatura, volviendo al tema: Parece dejarse ver una tendencia a asumir la realidad en lo tocante a la futura y más que deseable especialización en esta profesión. Bienvenida sea una apreciación real de la vida profesional que nos espera. Los Coa han sido durante años bastión inexpugnable de la profesión libre dedicada a hacer proyectos. Arquitectos con estudio. Los autónomos “malcontratados” y “peorpagados”, los por cuenta ajena, funcionarios o especialistas, peritos y calculistas varios, estaban realmente poco representados y las ventajas de mantener una colegiación eran escasas. En línea con esta situación, aun me gustaría una mayor liberalización.
Por ejemplo ¿Por qué tengo que firmarme yo todos los planos de un proyecto para que me lo visen? Los de estructuras son de otro tío, ¡que los firme el! Me gustan mis responsabilidades como los martinis de James Bond ya saben, agitadas pero no removidas. Para que voy a contratar en mi estudio a ingenieros de caminos si tengo que firmarme todos y cada uno de los documentos. La era del arquitecto autosuficiente en un estudio independiente ha muerto. O al menos esta entrando en un coma terminal. El miedo a la pérdida de competencias que se suele alegar en los Coa en estos casos, deriva de la absoluta incapacidad del Consejo Superior para defendernos en lo más mínimo. Analicen esto:
¿Por qué siempre los ICCP nos ganan cuando hay que negociar algo? (Vease Bolonia). Respuesta evidente: Son UN solo colegio. Con UN solo presidente que presiona con la fuerza de 40.000 colegiados aproximadamente. ¿Con que fuerza presiona el presidente del Consejo? Desengáñense, con ninguna. El sistema autonómico no funciona en estos casos. Ni el federal. Ni nada de nada. Esto es una guerra. Y nosotros somos el ejército de la tía Tomasa. O mejor aun somos 28 ejércitos distintos cada uno tirando por un lado distinto y con un general (El presidente del Consejo Superior) que mira el campo de batalla en la distancia. Magnifico. Precioso. Soy poco centralista en general, pero…. ¿Para esto? Vuelvo a repetir: Divide, dales algo con que pelearse entre ellos y no nos molestaran. Y así nos va.
Me gusta, y tengo que felicitarles por que consideren a todos los colegiados y sus particularidades. Eso si, respecto a la posibilidad de que las condiciones de esclavitud de muchos colegiados que trabajan como autónomos para otros estudios mejoren…. Permítanme que les alabe la intención y les compadezca la inocencia. No tiene mucha pinta de cambiar. El arquitecto colaborador es menos que nada. No firma, no existe. Sobre la contratación masiva de estudiantes en condiciones de servidumbre esclavista y como ello influye en la situación de los recién, o no tan recién, colegiados no leo nada aunque entiendo que quizá un programa electoral no sea el lugar donde levantar ampollas ni susceptibilidades.
Respecto a otras cuestiones, me parece que los programas electorales siempre se parecen. Incluso en su ferviente (Y muchas veces puramente teatral) apoyo a ambos consejos, el Andaluz y el Superior. ¿Qué tal “trabajaremos con fuerza para eliminar el Consejo Andaluz y devolver la representatividad a cada Coa en el Consejo Superior”? ¿Qué tal “Fiscalizaremos la incapacidad manifiesta del Consejo Superior para defender los intereses de la profesión ante retos como la convergencia europea”? Eso si seria una novedad, y de las buenas, mi voto lo tendrían fijo. Entiendo por otra parte que el Consejo Andaluz esta muy sevillanizado (siempre lo ha estado) y que uno no renuncia a sus armamentos así como así. Vuelvo a repetir, ni bueno ni malo. Hay lo que hay.
En cualquier caso, creo que en parte el debate esta, para los colegios, en su pervivencia como centro de servicios al colegiado. Servicios que van mas allá del visado y de los que FIDAS o las cooperativas de arquitectos podrían ser un ejemplo. De la misma forma que lo son los CATS, imprescindibles para una profesión que debe estar en constante formación. Supongo que tratándose de una candidatura con gente joven, (y habiendo leído Arquitextonica), este aspecto se tendrá en cuenta. Junto a esto, la otra parte del debate esta en la estructura general. Y ello por que la tendencia a atomizarnos e interponer interlocutores puramente políticos no parece estarnos dando ningún resultado especifico. No se engañen, ambos Consejos no pasan de ser cabildos políticos; ahora me gusta la ECC ahora no me gusta la ECC, yo el visado telepático voy a poner el mío y a ti que te den, si el secretario no es de mi cuerda a ti no te voto… Y así nos va, agotados en disputas varias y sin una cadena de comunicación clara con, por ejemplo, la ministra de educación. El caso de Bolonia es transparente. Los ingenieros se salvan holgadamente y nosotros como en el tango: solos, fanés y descangayados.
En fin. A pesar de quejarme (yo soy así, ya saben) cualquiera que se meta en este berenjenal, merece un respeto y un “animo”. Un consejo. Atiendan a sus Colegiados, defiéndanlos. Denles formación y servicios de calidad, ayúdenles a especializarse. Háganlo sin ser intervencionistas. Háganlo sin ser políticos. Valoren la excelencia, no la mediocridad. Denuncien las mentiras y alaben las verdades. De quien sean. Sean una junta del siglo XXI y miren al futuro sin miedo y con voluntad de mejorar y modernizar. Creo que ya lo dije una vez, si lo hacen bien, muy bien…. lo normal es que les echen.
Frustración y asco en Las Vegas
He leído el articulo publicado por el profesor Boned Purkiss sobre los concursos de arquitectura en Soitu, dado mi habitual escepticismo y dado que ya se me ha pasado el puente-glow, voy a discrepar, amigablemente, con el profesor que, a mi modo de ver, tiene una ensalada de las de aliñar con un machete y un tridente.
Dejaré de lado que le niego la mayor sobre Corrales. Cuando el excelso José Antonio ganaba concursos a cascoporro, había en España cuatro arquitectos en guerrilla. No creo que se presentaran 500 a cada concurso, algunos con un ejército de mano de obra gratuita-estudiantil encastrada en el estudio. Por otra parte, conocida es la leyenda urbana de que algunas estrellas de relumbrón “enmascaraban” su nombre para ponerse tibios de hacer bloques más o menos alimenticios. (Por ejemplo en mi caso Jose M. Echarte R., pasaría a ser J. Maria E. Ramos).
Empezaré por el titulo, “¿Hay que creer en los concursos de arquitectura?”. Esto es como preguntar si hay que creer en la democracia. Repito lo que ya dije en su día, es el único sistema serio. Vuelvo a Churchill, es el peor de los sistemas, con excepción de todos los demás. Me acerco ahora tangencialmente a Wilde, que haya concursos aunque algunos sean vergonzosos y vergonzantes.
Por otra parte debo discrepar sobre los motivos que dividen actividad privada y pública. No se trata de que los compañeros que se dedican al trabajo privado desprecien los concursos por que “no se fíen” de los jurados. Se trata de que ni los tienen en consideración. Se trata simplemente de una cuestión de rentabilidad. El trabajo privado presenta una rentabilidad inmediata y mucho más alta. El público, si la estadística no falla y se gana uno de cada diez (que no es mala media), supone un mayor esfuerzo no retribuido. A cambio ofrece (casi siempre, ojo) una mayor libertad y un mayor control sobre el proyecto y la obra. Por otra parte el privado se mueve con las fluctuaciones del mercado (ver época actual) mientras que el público puede mantenerse con más facilidad, o digamos mejor con la misma dificultad, en épocas de bajada de la inversión privada. Nada que ver por tanto con un juicio moral sobre los jurados, sino más bien con la pura y dura economía.
El profesor Boned, hace referencia a los concursos de múltiples formatos que existen. Llamémoslos concursos por costumbre, por uso consuetudinario si ustedes quieren, pero los concursos por invitación, o los de doble vía, incluso los de proyecto y obra, no son estrictamente concursos. Son otra cosa. Asignaciones digitales, asignaciones digitales camufladas o intentos de ahorrarse tres meses en una adjudicación (único motivo de la existencia de los “proyecto y obra” en los que se pone a la zorra a cuidar a las gallinas). No creo que den cabida a un variado espectro de profesionales. Se la dan a los mismos. A menos que por espectro entendamos, los enchufados, los que no, los que tienen el carné que toca en ese momento, los que han militado (ni piensan) en su vida, o los que son maestros del fino arte de estar siempre delante del dedo regio y selector de nuestros políticos.
Si embargo, donde el profesor Boned se mete en un jardín de proporciones amazónicas, donde se va de safari a la jungla con Ray Charles como guía es cuando sin ningún miedo afirma que:
Parece que el sistema de adjudicación evoluciona hacia el concurso restringido. […]. Lo que se pretende en principio con este tipo de competiciones entre arquitectos de prestigio está muy claro: la Administración no está dispuesta a arriesgar ni a realizar pruebas y ensayos con los fondos públicos. Lo evita basándose en una acreditada calidad previa de los concursantes, a través de una auténtica y rigurosa criba, confiando así en asegurar un resultado arquitectónico política y económicamente correcto, que será llevado a buen fin por el incuestionable hecho de la solvencia profesional de la firma.
Pero hombre de Dios. Donde ha estado usted metido estos últimos años. La administración, SIEMPRE, esta dispuesta a arriesgar, a realizar pruebas y ensayar con los fondos públicos y, en otras palabras, a gastarlos como si fueran el dinero del monopoly. La administración tiene un master en “Gasto descontrolado”. Un doctorado en “Obras suntuarias y desvíos de presupuesto”. Lo que pretende la administración es simplemente, hacerse la foto. No evita ningún tipo de riesgo. Y sobre todo, hablar de auténtica y rigurosa criba, en un concurso que, no nos engañemos, es “a dedo”, suena a tango porteño.
Estimado compañero, mírese esto y tiemble, después de haber llorado. O reído según se mire, que la cosa no deja de ser de un humor negro que haría temblar al mismísimo Hitchcock. La administración esta dispuesta a pagar autenticas pastizaras a estrellas de relumbrón mediático, sin tener muy claro lo que quiere, sólo porque es lo que han leído en un dominical o en cualquiera de las otras fuentes de conocida solvencia de las que beben nuestros doctos próceres. Si pagar una morterada por UN SOLO proyecto, sin poder elegir, cuando por coste cero (y mucho menos en honorarios) podrían tener 200 propuestas, es no estar dispuesto a arriesgar, que baje el fantasma de Keynes y lo vea.
Por otra parte me parece curioso que el triple filo de este tipo de (ejem) concursos, sea para el profesor el estado psicológico de aquellos no seleccionados o su perdida de prestigio (pobrecitos ellos), o la indolencia de aquellos agraciados por la designación áurea de nuestros políticos.
No me imagino yo a Rem Koolhas, o a sir Norman en plan la Zarzamora, llora que llora, por no haber sido seleccionados, al igual que tampoco me los imagino tirados a la bartola al grito de “ya esta todo hecho”. Tampoco creo que afecte excesivamente a su ya amplia cartera de clientes, ni que nadie les ponga el estigma de “No Seleccionados”, por que, si ellos llevan el estigma, yo por ejemplo (que no tengo una mala media, creo) debo ser una llaga humana.
Sin embargo lo preocupante es que estos sean los filos que le ve al asunto. ¿Qué me dice de lo caciquil del sistema? ¿Del tufo a bienvenido Mr. Marshall que destila, con discurso de Pepe Isbert en el balcón de la alcaldía incluido? ¿Qué me cuenta de la desvergüenza de pagar hasta un 20% en honorarios en un alarde de paletismo rancio cuando lo normal en este país es un 4% (y eso dando gracias)? ¿Qué de la sensación de que nuestros políticos están comprando libros por kilos para llenar estanterías aunque sean de Danielle Steel mientras tengan buen lomo? ¿Qué de la absoluta falta de transparencia que suele envolver todos estos procedimientos?
No creo que el sistema de concursos genere ningún escepticismo. Repito, los concursos restringidos son una farándula, un show, una forma de salir en los periódicos pero no son, para mi, concursos. Respecto a la frustración, no creo que se pueda comparar la de los pobres invitados y sus estigmas de “no seleccionados” con la que me produce a mi leer esto. Frustración y algo de asco oiga, que quiere que le diga.
Concursis Surrealis
He visto en mi vida concursos raros, bases kafkianas y peticiones de un surrealismo rayano en patologías control-freak. Sabrán ustedes de lo que hablo, desde concursos en los que se nos pide haber firmado un final de obra de un proyecto con el mismo numero de viviendas que tiene aquel por el que queremos concursar, sin tener en cuenta específicamente como eran esas viviendas (que viene a ser como que para operarte a corazón abierto te busques a un tío que haya operado a mucha gente, aunque te venga Dexter con la bata verde), a aquellos otros en los que la exigencia pasa por el “simple hecho” de haber construido en los últimos tres años 2 edificios de los de a 3E6€ cada uno, que, como todos sabemos, es algo muy común que hacemos todos los meses un par de veces.
Y no crean que esto es todo, que como decía Porky, no se vayan todavía que aun hay más (tengo que mirarme esta asociación de ideas). Originario de Andalucía, y exportado con fruición a otros territorios de la península celtibérica está el maravillosos concurso de doble vía. La doble vía tiene ciertas connotaciones porno-festivaleras, por no decir que es de una perversión tan sutil como un yunque. Consiste la cosa en que puedes presentarte por currículo o por propuesta (los paneles “detodalavida”). Esta claro que dado como se esta poniendo el patio, por currículo muchos no podemos ni asomarnos, en parte por que somos mas jóvenes y no nos ha dado literalmente tiempo, hecho este que como es popularmente conocido, es de un perverso que asusta. Quien te manda ser joven.
Siempre he pensado que la edad no era algo obtenido por ser mejor o peor que nadie, ni más aplicado ni menos, ni más listo ni más tonto. Era simplemente el transcurrir de los años y no un mérito. Sobre todo cuando lo que se valora es una propuesta concreta y no un premio a la carrera. Pero se ve que no. Si te presentas por la vía trabajo, con una propuesta, tienes la abrumadora desventaja de que en la mayoría de los casos tus ideas, las ve todo quisque antes de pasar a la segunda fase en la que te bates de nuevo el cobre con el personal que salga de las dos vías. Al menos eso si, te pagan, pero sospecho que en muchos casos no llegaras ni a cubrir costes.
O sea, que tienes que ganar un concurso, para que te dejen presentarte a otro concurso, dentro del mismo concurso (repítanlo tres veces seguidas rápidamente si se sienten capaces) y además tu trabajo lo verán aquellos con los que tendrás que enfrentarte y que han llegado hasta ahí con mucho menos esfuerzo. Fantabuloso. No soy muy futbolero, pero esto es como el pozo de la tercera. Donde tienes que ganar una liga para luego ganar una liguilla. La definición de pozo es más que acertada. En ambos casos salir de ahí es misión de audaces, ni MacGyver con un Autocad oigan.
Pareciera que la administración quisiera asegurarse de que las cosas se van a hacer bien (repriman la risa unos segundos), de que siempre van a tener una opción pata negra de curtida experiencia a la que recurrir. No tengo que recordarles la mala memoria de nuestras administraciones a este respecto, siendo como es que las concesiones digitales a arquitectos de los de publicista en astillero, adarga antigua y currículo corredor, no solo cuestan bastante mas de lo presupuestado, sino que además se pueden usar como piscina municipal, llegado el caso.
Los concursos son la mejor manera que la administración tiene para desarrollar infraestructuras, equipamientos, edificios y prácticamente todo aquello que contrata. La mejor de las peores como diría Churchill, pero hasta que nadie invente algo más justo, deberían emplearla con lógica y con decencia. Los arquitectos en España son malos, le decían a Cano Lasso. Los clientes [los concursos, parafraseo yo] son peores, respondía el arquitecto madrileño. Para que el resultado sea bueno los concursos deben ser buenos. Libres. Las bases deben ser buenas. Justas. Técnicamente Lógicas. Valoren el trabajo, valoren aquello que van a recibir. Valoren la propuesta. Pidan con inteligencia. Miren más allá de los cuatro añitos de su legislatura (me parece oir la musica de Mission: Impossible).
No hay profesión mas dispuesta a trabajar gratis que la nuestra. A ofrecer sus ideas en una competición limpia. A veces incluso pagando una inscripción, [60 € he llegado a pagar por que me dejaran participar en un concurso, rondándome la cabeza mientras lo hacia una frase en la aparecen las palabras “poner”, “cama” y “además”]
Sé que hay iniciativas por parte de algunos colegios para que los concursos respeten un mínimo. Aunque esto sea encomiable, que lo es y mucho, no es el mínimo lo que me preocupa. Deberíamos esperar el máximo. Siempre. En cada ocasión. Deberían impugnarse todos aquellos concursos que piden, por ejemplo, una piscina municipal por vía de urgencia en 8 días, por que, o bien “alguien” la tiene ya hecha y algo huele a podrido en Dinamarca, o bien es que a la administración local le importa únicamente hacerse la foto, y merecerian que los ahogaran en una naumaquia celebrada en su misma piscina de ocho días para regocijo y jolgorio general, gladiador-style. Por otra parte, ¿donde esta la “urgencia”?, ¿hay una cola de niños y mayores con la toalla a la cintura en la puerta del ayuntamiento? El Consejo Superior podría dedicarse a esto, (si no estuviera ocupado en mandarme cartitas en papel canson, vendiéndome la moto, cuando lo que yo quería en principio, era un coche).
En seis propuestas para el próximo milenio, Italo Calvino recuerda una historia sobre Chiang Tzu, que dibujó un cangrejo perfecto tardando diez años para hacerlo. Tampoco pido tanto, pero al menos no le dieron ocho días. Igual le habría salido una quisquilla.
Geografía artificial
Cuando en una sociedad próspera no existe distinción entre el lujo y la necesidad, y la experiencia adquirida en distintas áreas de conocimiento se combinan con ciencias complejas, estamos inmersos en un proceso de metarracionalismo.
Esta teoría, desarrollada por el economista James Galbraith está presente en todos los proyectos que apuestan actualmente por ganarle terreno al mar. Nada novedoso a priori, ya que las islas artificiales suponen una vuelta a tipologías tan antiguas como los crannogs del Neolítico o el Nan Madol micronesio. Defensivos unos, rituales otros, y ambos exhibición de poder. Los aztecas también fundaron Tenochtitlán sobre un grupo de islas en el siglo XIV (en la imagen). Japón recurrió a ellas en el XVII para paliar su falta de suelo y en el XIX para protegerse de ataques vía marítima (Odaiba) y a finales del XX fueron las soluciones más costosas de la historia al convertirse en la ubicación idónea de nuevos aeropuertos por todo mundo. Sin embargo las necesidades -y los necesitados- que impulsan las nuevas propuestas obedecen a motivos muy diferentes.
Vicente Guallart en el DMAA define las ciudades-isla como la reacción activa ante una megaciudad formada o en proceso de formación. Dubai y Abu Dhabi son dos ejemplos de ello. Los Emiratos Árabes, conscientes del fin del petrodólar, llevan tiempo diversificando sus fuentes de inversión. El turismo cultural de gran lujo, objetivo principal, modifica velozmente sus skylines con hoteles de siete estrellas y franquicias de todos los grandes museos (Louvre TM y Guggenheim TM).
El metarracionalista, en el deseo de perpetuarse en la exclusividad, practica sus actividades favoritas -consumir y elevar a la categoría de galerías de arte los sanctasanctórum de las grandes marcas del mundo capitalista-, en complejos turísticos como Palm Islands, o The World. Las cifras del primero marean: 1.200 € millones, 80 millones de metros cúbicos de tierra dragados, 520 km de playas, 10.000 viviendas, 60 hoteles y centenares de edificios culturales, todo ello joyas de un collar –en palabras de Gehry- que los políticos locales desean y tendrán a bien engarzar. Las del segundo no tienen nada que envidiar, sobre todo en lo que a precios se refiere (entre 15 y 45 millones de $), aunque eso no ha impedido que ya se hayan vendido un 94% de las 300 islas del peculiar mapamundi, una suerte de miniciudades privadas.
Sin embargo, aunque estos ejemplos pudieran parecer un occidentalizante modelo de colonización ideológica –más sutil que una guerra– cada día aparecen propuestas más lejos de allí, promovidas por ciudades sin dirección, sin capacidad de renovación (que también menciona Guallart) y cuyos autores, no pudiendo apropiarse del discurso del Pérsico, recurren a originales piruetas dialécticas para justificar su razón de ser. Resulta difícil admitir que Isla Luna (Valencia) le gane 2 millones de metros cuadrados al mar –con un coste de 5.000 € millones- para construir vivienda protegida -entre otros equipamientos- cuando las características principales de estos complejos son el ombliguismo, la privacidad y la ausencia de espacios públicos.
Algo menos jocoso es el argumento de Isla Tulipan (14.000 $ millones), frente a la costa holandesa, que se dedicaría principalmente a la agricultura, aunque Joop Atsma, político local y su mayor defensor, se pregunte en el parlamento si no sería fantástico que se reconociera a Holanda desde el cielo viendo un tulipán (sic). A pesar de que se han considerado aspectos como su autosuficiencia energética, el hecho de que proteja a la costa de los envites del mar del Norte, y que resuelva los problemas de suelo que acentuará el cambio climático –poblándola a largo plazo con unas 200.000 personas-, no cuenta con el beneplácito de los ecologistas, que además de considerarlo un despilfarro, preven consecuencias graves para el ecosistema.
Pero la metáfora mas atrevida, por lo simple, es Panamarina Pacific (2.500 $ millones, 4 millones de metros cuadrados) que, de la mano de un consorcio español, pretende construir en la costa pacífica de Panamá una isla con la forma de la bandera del país. Ledoux al menos tenía gracia. A rebufo de éstos proyectos y al calor de los Juegos Olímpicos de invierno de 2014 hace pocos días ha aparecido en los medios la última bufonada, un miniarchipiélago de 10 islas que recreará el mapa de Rusia frente a la isla de Sochi y que servirá de alojamiento a los deportistas.
El fin de una era
Aunque formalmente estos proyectos responden a metáforas naïf y sus costes se sitúan en las antípodas de la sostenibilidad, cuentan con el mecenazgo de las castas dueñas del petróleo y el empuje de empresas especializadas en este tipo de construcciones como Nakhell o Van Oord que han desarrollado costosísimas tecnologías que pretenden seguir
explotando.
Otros factores como la desaceleración experimentada por el sector de la construcción en España está llevando a muchos profesionales a abrir oficinas en países con economías emergentes como China o los Emiratos Árabes, aunque la inercia especuladora –y los beneficios obtenidos por las constructoras en los últimos años- permiten diversificar estas localizaciones, siendo bastante habitual encontrar promotores españoles en Centro América, Brasil o Europa del Este.
Cada vez son más las voces que apuntan al fin de una era, la de la arquitectura(urbanismo)-espectáculo, la mediática, y estas imágenes no son más que los últimos coletazos antes de dar el paso definitivo hacia la arquitectura sostenible.
Cuanto antes, mejor: los cartógrafos son rápidos pero mi cerebro no tanto.
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Arquitectura alimenticia
Esta semana nos hemos desayunado con
manojos de pintorescos proyectos por doquier. Proyectos que suelen provocar dos
tipos de reacciones: incredulidad –por lo mareante de las cifras- o un tímido
entusiasmo -por el secreto deseo de abandono del lugar que ha quedado al margen
del desarrollo-.
A estas alturas de la película,
España 2007, no parece cuestionable el hecho de que una ciudad o una región
intente situarse en el mundo procurándose inversores, generando trabajo,
industria, gastos, beneficios. Money makes the world go round. A todas luces unas pretensiones lícitas.
Lo que cuesta más obviar es el “producto arquitectónico” con el que pretende
llevarse a cabo.
“Isla Luna”, “El Manhattan de
Cullera”, “Spyland in Los Monegros”, “Marina D’or”. La arquitectura es el nuevo
“rock & roll”, oh yeah. Pero ante semejantes imágenes uno no puede más que
preguntarse quién demonios está detrás. Si lo más personal de uno mismo es su
propio ADN, lo más personal de un arquitecto es su propia obra. Un proyecto
arquitectónico habla de su autor. Y de su promotor. Y de la cultura y la
relación entre ambos.
Estas imágenes no transmiten cultura
alguna. Son cutres, horteras. ¿De verdad no hay una manera más digna de
enfrentarse a lo que supone –de partida- cualquier proyecto: "ilusión"? ¿Esto es
todo a lo que puede aspirarse? ¿Esto es lo que “demanda la sociedad”?.
A menudo
se piensa en los arquitectos como profesionales endogámicos, bohemios ombliguistas que trabajan
26 horas al día y sueñan en formato *.*dwg. Siempre tienen un plano que terminar, un detalle que definir mejor. No hay tiempo para transmitir conocimiento alguno a la sociedad. No hay una cultura arquitectónica básica,
como sí la hay por ejemplo médica. Ante determinados síntomas, sin medicación
mediante, la gente sabe qué actitud adoptar. Ante determinados bodrios la gente no sabe posicionarse, no sabe si lo que tiene delante es bonito, feo, bueno, malo o regular.
Tal vez ese sea el motivo -que la profesión te coma la vida que decía un profesor- por el que hay tan pocos arquitectos en la
escena política -tal vez nada más en las antípodas del espíritu de un
arquitecto-.
Nos merecemos como profesionales estos renders por delegar las decisiones que atañen a la
ARQUITECTURA en manos de gentes cuyo “gusto” arquitectónico no difiere mucho
del gastronómico –me gusta, no me gusta-, que decía Antonio Miranda. Y
siguiendo con él, si el pescado está podrido, juzgar ese hecho como comensal, es combatir la barbarie, la estupidez, la
petulancia, y sobre todo la superstición estética. Y este, apesta.