Archive for marzo 2019
Real Work.

San Precario. Patrón de los precarios de la tierra.
El caso de Ishigami en el Serpentine Pavilion del que hablamos hace poco ha tenido un giro inesperado.
En parte, la situación que veremos a continuación empezó con el anuncio del promotor de la campaña #Archislavery, Adam Nathaniel Furman (Thank you!), de que poseía informaciones similares sobre otros arquitectos. Entre ellos, Alejandro Aravena y su estudio Elemental.
No es algo novedoso para quien esto escribe. Hace años que publicamos los correos obtenidos por Masters Of Concrete y el modus operandi de lo que el estudio llamaba “internship positions” estaba en su página web a la vista de todos.
Sin embargo, hoy despertábamos con la noticia en Dezeen de que Elemental ha decidido terminar con esas “internship positions” que en realidad son “unpaid interhsip positions” y en nuestro análisis son trabajadores sin sueldo (veremos porque).
Podríamos alegrarnos, y haríamos mal. El comunicado enviado por Elemental a Dezeen apesta a victimismo. A no creer que han hecho algo cuestionable en absoluto. Incluso, y he aquí lo interesante, el comunicado ofrece una imagen mucho peor que la que ya conocíamos. Mientras tanto Aravena sigue siendo un laureado del Pritzker y de la Medalla del RIBA.
Empecemos por el principio.
Not Enough.

Not tested on Interns
It is not news, and definitely not a surprise, that a lot of high-end media-driven architecture offices sustain what we at n+1 consider predatory work policies and that unpaid internships are a keystone to those policies.
It is not something hidden. It isn’t difficult to find out. It’s public and notorious.
8 de marzo. ArquitectAs

Winnie the Welder. Florence DiTullio, trabajando en un astillero durante la segunda guerra mundial.
Hoy es 8 de marzo, día internacional de la mujer. Día de la huelga feminista que desde n+1 apoyamos sin reservas.
Es está también la semana en que se entrega el premio Pritzker (que se ha concedido a Arata Isozaki). Como es conocido, otorgo muy poco valor a este premio —cuyos parámetros son poco claros y variables y sus intereses difusos—. Es por esto por lo que hace años, con la polémica sobre Denise Scott Brown (cuyos motivos entiendo, y comparto) entendía que la postura más lógica no era tanto pedir para la arquitecta ese premio sino denunciar lo absurdo del mismo y negar su estatus como criterio de valoración de calidad. En otras palabras: rechazar, de una vez por todas, la metáfora absurda de “el nobel de la arquitectura”, premio este al que ni por formato, ni por proceso de selección, ni por objetivo se parece el Pritzker.
Con el tiempo mi postura respecto al premio a Denise Scott-Brown y, más ampliamente, a las campañas de visibilización de las arquitectas se ha matizado. Me parecen hoy en día procedimientos e iniciativas imprescindibles que diluyen el carácter marcadamente patriarcal de una profesión cuyos procesos educativos y de gobernanza se basan, en demasiadas ocasiones, en el control hegemónico (y en buena medida fetichizado) de figuras masculinas, paternalistas, a las que se atribuye —y otorga— un control en absoluto inclusivo.
En este sentido, la labor inconmensurable de Haimulleres, Un Día una Arquitecta, MujeresMadeInEtsam (que espero que haya superado los clichés del año pasado) y tantas otras asociaciones, proyectos y movimientos dotan de referentes femeninos a un alumnado, compuesto mayoritariamente por mujeres, que durante demasiado tiempo ha estado huérfano de ellos. No menos importante es la labor en el campo de la investigación académica, con ejemplos como el número especial de la revista ÁBACO «Es tiempo de mujeres» coordinado por Silvia Blanco o el ya clásico «ArquitectAs. Redefiniendo la Profesión» editado por Nuría Alvárez Lombardero.
Al reconocimiento de la necesidad indispensable de esa labor de visibilización, añado el de la reivindicación de la cuestión económica como parte fundamental del proceso de lucha por la igualdad feminista. En este sentido, la exigencia de unas condiciones de trabajo dignas, así como los esfuerzos por denunciar y acabar con la precariedad laboral, la temporalidad, la becariedad y la explotación —que afecta a las mujeres en mucha mayor medida que a los hombres— son a día de hoy un campo reivindicación imprescindible. En otras palabras, la igualdad económica efectiva de las mujeres (la independencia económica, en buena medida) es irrenunciable. Tan importante es pues avanzar en el reconocimiento de las profesionales, visibilizándolas, como pelear por la aplicación de un convenio justo y unas contrataciones legales en un entrono de trabajo inclusivo.
En una profesión como la nuestra, que aún tiene pendiente un profundo autoaprendizaje y una eternamente retrasada reconversión estructural, es necesario un posicionamiento claro y activo frente a estos fenómenos —desgraciadamente tan extendidos como tolerados— no sólo como cuestión legal y de orden, sino también como una forma de sentar las bases para un futuro que será mayoritariamente de arquitectas y mayoritariamente de asalariadas.
Animo compañeras.