Archive for the ‘laboral’ Category
Postrealidad y Precariedad Laboral
Uno de los principales principios del capitalismo postfordista / plataforma, en el que los medios de producción han dejado de ser máquinas y han pasado a ser procesos e información, es —precisamente— el control de esa información o, por ser más precisos, de su percepción y representación fetichizada.
En otras palabras, ya no se trata tanto de la producción de propaganda como de la gestión de la percepción de esta a través del control de una narrativa que, a modo de vehículo mediático adaptable, posee la capacidad de transportar —y alterar a demanda del poder— casi cualquier mensaje.
La implantación de esa narrativa general apela no ya a lo económico sino a lo vital. Parafraseando a Lazzarato, se trata de aunar de forma indisoluble lo laboral y económico con lo personal e íntimo de forma que lo primero se convierta en un criterio de control de la validez de lo segundo.
Desde estos postulados la no conformidad con la narrativa generalizada que se transmite de arriba hacia abajo (del poder a las clases trabajadoras) no se entiende como una posición crítica o como un proceso de cambio dialéctico sino como una traición personal y un demérito vital. La «corrosión del carácter» de la que nos habla Sennett es cada vez más patente en un modelo socioeconómico que ha transferido al ámbito del trabajo parte de los parámetros del ámbito de lo reproductivo.
8 de marzo. ARQUITECTAS

Georgia Louise Harris Brown, en un estudio de arquitectura. ¿Han cambiado mucho las cosas?
Hoy es 8 de marzo. Día de la mujer. Día de la huelga feminista que este sitio apoya incondicionalmente.
En la imagen está Georgia Louise Harris Brown. Una de las primeras arquitectas afroamericanas. Si no la ven bien en la foto, entenderán porque hace falta un 8 de marzo. Porque hace falta esta jornada y porque las políticas de igualdad son absolutamente necesarias.
Ayer, en clase de Teoría y Crítica, hablamos de mujeres y arquitectura. De invisibilización, de lo perjudicial de una profesión androcéntrica muchas veces ensimismada en la figura del creador solitario (patriarcal y paternalista como pocas) y en las consecuencias de una precarización que afecta, en mayor medida a las arquitectas.
Lo hicimos en un aula en la que la mayoría eran mujeres. Futuras tituladas en una profesión que tendrá, en unos años, más arquitectas que arquitectos. Una profesión que tendrá muchas asalariadas que deberán serlo con todos sus derechos, laborales y sociales, íntegramente respetados y mejorados. Una profesión que debe valorar a las trabajadoras y que debe aprender que lo que «siempre ha sido así», debe dejar de serlo ya. Una profesión donde los términos baja por maternidad, contrato, horas extra, lactancia, conciliación, asalariada, seguridad social o trabajadora por cuenta ajena no sean ya rarezas sino la normalidad.
¡Animo compañeras!
HOY LAS ARQUITECTAS PARAMOS.
Las alumnas de arquitectura de la URJC (@ArqURJC) han montado esto, que me encanta, y que compartimos felicitándolas por la iniciativa. Envíenles imágenes que muestren qué ocurre cuando las arquitectas no están.

Colabora!
Big Boys

Agudeza visual. Encuentre a la única mujer.
El engaño de la nueva economía –entendida como la careta amable del capitalismo más ultraliberal y más antisocial- es el de ocultar que, en un modelo capitalista, la existencia de un conflicto permanente entre trabajadores y empleadores es inevitable.
El término conflicto no implica necesariamente otra cosa que la asunción de que los objetivos de ambas partes pueden no llegar a coincidir (no lo hacen en muchos casos) lo que obliga a una negociación constante que se enmarca en la existencia de unos derechos laborales y sociales cuya conservación (y su aumento) debe ser prioritaria para los trabajadores.
En otras palabras, un trabajador no puede, y no debe, renunciar jamás a conservar sus derechos y debe, siempre que pueda, intentar mejorarlos.
En los últimos tiempos dos cuestiones amenazan esta sencilla –por lógica- hipótesis de partida. Ambos perversamente relacionados.
Veamos cuales.
Becariedad

El cocinero. El rostro de nuestro tiempo. August Sanders, 1919
Cuando uno va a defender algo –más aun cuando ese algo es altamente cuestionable- dicta la coherencia que debe preparar una cierta argumentación estructurada y que, al menos, debe conocer aquello de lo que habla.
El sábado, en la Sexta, en un supuesto debate sobre la polémica de los stagiaires (a partir del 2:16:00) -o mejor dicho sobre el trabajo precario y la explotación-, la incapacidad de Sergi Arola para contestar cuando Antonio Maestre expuso, negro sobre blanco que, aparte de las consideraciones que el chef pudiera tener sobre lo que es o deja de ser lógico (30 segundos, sólo salvados por el presentador del programa), lo que impera es la legalidad vigente, es prueba evidente de cómo se gestiona en este país la cuestión de la becariedad (término este que copio a los fantásticos Stepien y Barnó, suma de becaría y precariedad).
Comer Prestigio

¿Quién construye tu arquitectura? ¿Quién cocina tu comida?
El otro día, tras una mesa redonda en el COAM organizada por CREARQ sobre qué hacer al acabar la carrera, escuché a Irene Del Sol –Vicepresidenta entonces de CREARQ y persona a la que merece siempre la pena escuchar, porque tiene una cabeza fantásticamente amueblada- que lo que no se podía hacer era “comer prestigio” porque no saciaba.
Les digo esto en estas semanas en que la prensa –internacional primero, española después– se ha dado cuenta de lo que ocurre en las cocinas de los grandes restaurantes del mundo y que es mucho menos bonito que lo que llega a la sala. Explotación, jornadas fuera de todo control, incumplimiento de convenios, trabajadores en media jornada echando más horas que la minipimer, ausencia de contratos, becarios que son en realidad trabajadores que no cobran y que viven hacinados, malos tratos aprovechándose de la situación de control profesional que ejercen ciertas figuras…. Una maravilla que tiene poco que envidiar a un taller clandestino, con el agravante de que a escasos metros de donde esta desvergüenza laboral, propia del siglo XIX, se produce, hay gente pasando la visa a ritmo de 200 euros la comida. Precioso.
Lo más triste del asunto es descubrir cómo la prensa cae del guindo con la gracilidad de un yunque. Este artículo de N+1 –perdonen el autobombo- es de 2011, y en el ya se contaba lo que parecen haber descubierto los medios seis años más tarde (que escándalo, he descubierto que aquí se juega). Tampoco era tan difícil si nosotros, sin medios y viniendo de otro ramo, éramos capaces de ver lo desnudo que iba el emperador de la esferificación.
La Lacra
Varias noticias recientes traen de nuevo a debate un cuestión que, adormecida, permanece no obstante latente en el mundo profesional y que, como tantas otras, se ha convertido en una de esas inmanencias que –pese a su dificultad, que uno no niega- los arquitectos españoles parecemos incapaces de abordar de una sola vez, de manera definitiva y unificada. Ya saben, somos capaces de organizar actividades, proyectos de una complejidad asombrosa… pero no nos pidan que cuando lleguemos a la cuestión puramente de intendencia vayamos mucho más allá de una hoja de Excel (de las que no adaptan las celdas al texto, además).
Se trata, quizá lo hayan adivinado, de la cuestión laboral. O mejor dicho, de la no-laboral, pues entiende uno que para referirse a la primera debe haber un mercado de trabajo estructurado y basado en las reglas del juego y que ese es precisamente el caso que no se da entre los profesionales del tiralíneas. Difícilmente puede llamarse mercado laboral (perdonen el palabro) a lo que cursa plagado de becarías, internships, trabajadores altruistas, falsos autónomos y arquitectos contratados para hacer de –oh sorpresa- arquitectos bajo el epígrafe de “calcador”.
Dichas noticias tendrán su desarrollo posterior. Créanme que me importa poco y que no es el objeto de este articulo cuyo punto fundamental es entender que la pasividad y el “esto siempre se ha hecho así” cargado de indolencia y secretismo a voces, suponen una lacra difícilmente soportable por más tiempo para una profesión que si bien gusta de llenarse la boca con su adaptabilidad y su apego por lo social, parece incapaz de aplicarse con un mínimo de lógica las reglas que estima tan convenientes hacia el exterior. Y es que si el infierno son los demás, en nuestro caso, no nos andamos con medias tintas a la hora de enarbolar el tridente.
Procedamos.
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El Contrato de Mitrídates

Pocos como Forges han descrito la realidad -vergonzosa- de los becarios. Como diría Stan Lee, ¡EXCELSIO!
Pese a la galvana del retorno post-veraniego les hacemos a ustedes enterados del “affaire” de cierta empresa ubicada en la Gran Bretaña, dirigida por una española y cuyo nombre evoca soluciones habitacionales y colores [Y que al final se vio forzada a cambiar la oferta original y se ofreció a trabajar con una entidad de control de desarrollo de becarías]. Más allá del clarísimo ejemplo de efecto Streisand que trajo consigo el asunto, o de su propio desarrollo, la aparición de un reciente (Y acertadísimo) articulo en la web del Sindicato de Arquitectos, nos lleva a hacer un somero análisis de ciertas cuestiones que nos parecen, llegados a este punto, sistémicas. Endémicas si prefieren, dado que de lo que hablamos cursa con los tintes de una enfermedad infecciosa, con avances claros hacia la pandemia universal.
Vamos allá.