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Voto, en urna mejor.

Los Colegios de Arquitectos tienden -lo hacen también sus miembros- a presumir del marcado carácter democrático de estas instituciones, que se ha mantenido desde su formación en 1931 y -curiosamente- durante toda la dictadura franquista.

La verdad no es tan simple. Durante el periodo de la dictadura los colegios eran entidades burguesas gremiales -poco sospechosas de no ser en el mejor de los casos neutrales y en el peor muy afectas al régimen- lo que conllevaba ciertos privilegios. Por ponerlo claro, que voten quienes están cerca del poder bien -no votarán nada que perjudique su estatus-, que voten los demás que son más, ya es harina de otro costal.

Pero prosigamos…

En cuanto al carácter democrático, en realidad el régimen de funcionamiento de los Colegios es asambleario. Sin negar el valor participativo de este sistema, su capacidad de manipulación es extremadamente alta. El ejemplo que pongo siempre cuando explico a mis alumnos como funciona un colegio es que, si una asamblea se celebrara un día de un Madrid-Barça, se diera la circunstancia de que ganara el Madrid, hubieran ido pocos colegiados (lo normal ante tan señalada ocasión) y se hubiera tomado unos fresquitos… podría acabar de decano de un colegio Florentino Pérez o incluso Cristiano Ronaldo. Como ejemplo más real -tristemente real-, seamos conscientes (lo cuenta de forma excelente Carlos Mármol en un fantástico artículo de investigación que es de obligada lectura) de que la eliminación del máximo de mandatos en el Colegio de Sevilla que ha convertido a Ángel Díaz del Río en una presencia eterna se produjo votando un total de 69 colegiados. De 2600.

Así, nuestras instituciones ejercen un curioso concepto de democracia. No se equivoquen, asumo mi culpa: he sido vocal de junta de gobierno y probablemente no hice todo lo que pude por cambiar el sistema y muchas cosas muy mal. Me permitirán que para el día de hoy me centre en dos cuestiones electorales.

La primera es muy breve, pero no por ello menos palmaria: La fecha de las elecciones la fija la junta de gobierno vigente que suele ser, además, una de las candidaturas. Ante esta dicotomía entiende uno que debería -siempre- a la hora de tomar una decisión prevalecer el interés general (el que debe defender la junta de gobierno) y jamás el particular (el legítimo de cualquier candidatura que quiere llevar a buen puerto un proyecto). O en el peor de los casos, llámenme inocente, la neutralidad y el común acuerdo. Como van adivinando, no es así.

En el Colegio de Sevilla, ante las elecciones actuales que se prometen las más ajustadas que se recuerdan (Y en las que, no les engaño, espero por pura cuestión de ventilación de habitaciones que pierda Díaz del Río) la elección de la fecha de votación es, como poco, peculiar. El lunes 29 situado entre el fin de semana que viene y la fiesta de San Fernando, el 30 de mayo.

No parece que esta decisión (para la que no dudo habrá justificaciones elaboradísimas) aporte nada a unos procesos electorales que se caracterizan en general por su baja participación. En una mesa redonda en la ETSAS con motivo de la semana cultural, le pregunté a Díaz del Río por qué en una foto sobre la resistencia a la LSCP (entonces una amenaza más que evidente) que habían distribuido desde el COAS se veía escasamente a la junta de gobierno en la puerta del Colegio. ¿Por qué no se había convocado a todos los colegiados? La respuesta, que raya en la astracanada, fue -parafraseo, aunque el vídeo andará por ahí- que si se convocaba a la gente puede que no aparecieran y eso era peor. Muerto el perro se acabó el problema. Parece reinar el mismo criterio a la hora de convocar comicios: todo por vosotros, pero sin vosotros.

Entiende uno que este tipo de movimientos forman parte del juego político (Es conocido que el posible clima del día de la votación es un factor consultado en las elecciones generales: una jornada de lluvia implica menor participación). Que deban serlo de la vida colegial o que esta deba convertirse en ese tipo de política es lo que me parece cuestionable. De nuevo, y como en tantas otras ocasiones, porque lo que se fomenta es la apatía del colegiado y lo que se favorece es un modelo de institución que, lejos de facilitar, complica la intervención activa de los arquitectos.

¿Por qué esta elección de fechas contradictoria, pues, aparte de lo evidente? Pues por la otra cuestión de la que quería hablarles. El famoso voto por correo, que no es tal sino anticipado.

El modelo, para los colegios andaluces en su mayoría, presenta pocas variaciones: El voto puede entregarse antes de forma anticipada, en los Colegios (caso de Almería) o a través de delegación en persona interpuesta (caso de Sevilla). Esta modalidad peculiar permite que una candidatura que se mueva lo suficiente sepa -antes incluso del día de las elecciones- si ya ha ganado.

Las posibles perversiones son evidentes y podría darse el caso de que un Decano echara el mes desde que se convocan las elecciones hasta el día de las votaciones paseando por el hall de colegio con los votos preparados y captando colegiados (despistados o no). Uno es muy de la sana contienda que representa un periodo electoral pero esta posible campaña personalizada, de mesa camilla y café, que se basa en la profesionalización de los cargos (hay que tener tiempo -y mucho- para esa posible estancia en el Colegio, a la caza del voto) me parece altamente cuestionable.

En mi caso, elecciones del Colegio de Almeria y perdonen que particularice, el voto por correo exige ir al menos una vez al colegio. A solicitarlo -enviándolo después por vía postal- o a dejarlo -habiéndolo solicitado por correo-. Nada que cuestionar ante la custodia de la papeleta (que en Sevilla podría recoger hasta SEUR) pero sí ante un modelo que en pleno siglo XXI exige que el colegiado pase físicamente por la sede colegial. Máxime cuando a día de hoy el visado es prácticamente al 100% telemático y se envía por correo electrónico, firmado. En otras palabras, el visado telemático y el voto analógico no parece una combinación coherente.

Aun en caso de no implementar un modelo de voto telemático, ¿Podría por ejemplo mi colegio aprovechar la existencia de colegios en casi cada capital española para emplear sus registros (validos) como depositarios de los votos de los colegiados que no puedan acercarse a la sede? Parece evidente que sin mucha dificultad. [De nuevo asumo mi culpa, en los años en que fui vocal (2003 a 2006) – este modelo, preexistente, no se modificó. Créanme que es de las cosas de las que más me arrepiento]

Quizá a Díaz del Río esto no le preocupe, si no es puente es distancia, ya saben. En mi caso, el asunto es que quiero votar. Mantengo mi colegiación en Almería a pesar de no vivir allí hace 5 años y de que por proximidad los Colegios de Madrid o Burgos (en el que estoy habilitado) serían los lógicos (Mi trabajo está en una, mi casa en la otra). A pesar de ser -creo- el segundo colegio más caro de España. Me unen a esa santa casa lazos afectivos: me acogió, fue el colegio al que acudí con mi título recién estrenado, me ha ayudado en incontables ocasiones y -sobre todo- fui vocal de su junta de gobierno, con lo que asumo que los errores que cometiera -muchos seguramente- son mi responsabilidad y con ella va mi permanencia.

Pero no puedo ir. Y no votaré. (No me escondo, por las mismas razones por las que espero que pierda Díaz del Río votaría a los aspirantes en Almería. El actual Decano se presenta como Secretario, lo que sin contravenir los estatutos del Colegio -que hablan de permanencia en el cargo- me parece una jugada que apuesta poco por la renovación, tan necesaria en cualquier institución).

La organización colegial, nacida del gremio, del corporativismo de los 40, está, desde los 80, pendiente de una renovación que en aquella década no se tuvo la valentía -o la visión- de abordar. Hay cuestiones en las que sinceramente creo que no deberíamos estar en desacuerdo. Los colegios son democráticos. Puede, pero podrían serlo mucho más.

Más inclusivos, más participativos. Más de todas y todos.

Written by Jose María Echarte

May 24, 2017 a 16:25

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