United we stand…

United we stand, divided we fall
El presente texto replica —a modo de contestación— la estructura de un artículo recientemente publicado aquí. Lean primero el original, o vayan ustedes comparando. Algo va muy mal cuando los trabajadores, lejos del «united we stand«, proclaman alegres el «divided we fall» con la perversa intención de que haya explotación para todos en vez de justicia para todos.
Me pagan una mierda para lo preparado que estoy: los esclavos agradecidos se creen que van a heredar la empresa.
Y lo dice servidor, que cuando se jubiló naranjito ya llevaba unos años dando vueltas por el mundo, que nació antes de que muriera Franco y que tiene que soportar la etiqueta Gen-X y que la película de su generación la dirigiera Ben Stiller y la protagonizara Winona Ryder. Eso sí, yo al menos no quiero ser Samuel L. Jackson en Django Unleashed.
A la generación X, los nacidos entre 1965 y 1979 (servidor es del 73), nos esperaba algo por lo que nuestros padres y abuelos habían luchado: el estado del bienestar o, dicho de otra manera: una serie de derechos políticos, sociales y laborales que produjeron que, entre otras cosas, en las casas entraran dos sueldos. El paro seguía existiendo (y si no conocías la expresión “quedarse en el paro” es porque no vivías en la realidad) y personalmente nunca tuve paga pero tampoco me hizo falta.
Sin embargo algo truncó ese consenso de estabilidad. No, no fue la crisis. Creer esto es una absoluta simplificación. Lo que truncó el estado del bienestar y con el nuestras expectativas fue algo que comenzó en los 80, precisamente cuando nacía la generación milenial. Se llamó Reaganomics, se llamó deslocalización y desregulación, se llamó de muchas maneras pero básicamente consistió en el desmontado, progresivo, incansable e imparable de todas las salvaguardas laborales, éticas y sociales que habíamos alcanzado en el periodo de 1945 a 1973.
Evidentemente, yo sí me quejo. ¿Sorprendido?
Seguramente sí, porque si por algo se caracterizan los esclavos agradecidos —y más los que se han bebido el cool-aid de la meritocracia falsa— es por haber olvidado que no van a heredar la empresa y que sus derechos laborales no son renunciables. Es una actitud que no soporto por lo insolidario y por lo ignorante. ¿Cuándo me di cuenta de que detestaba a esa gente? El día en que descubrí que lo que les mueve es la traslación de la explotación.
Estaba yo buscando trabajo en despachos de arquitectura, con contrato legal por malo que este fuera, cuando descubrí que ese joven y lozano arquitecto de 23 años estaba dispuesto a ser falso autónomo con tal de trabajar. Más aún, que estaba dispuesto a no cobrar. Incluso más aún: estaba dispuesto en algunas ocasiones a pagar por poder trabajar.
“Esto que haces nos perjudica a todos, si decides trabajar sin cobrar rebajas nuestro trabajo a la nada. Lo minusvaloras. Lo conviertes en mercancía espuria” le dije. Levantó la mirada de su teclado y luego me dijo: “Esto siempre se ha hecho así. Es lo que hay. Seguro que si lo hago subiré en la empresa y luego me montaré por mi cuenta y replicaré el sistema”. O sea, estaba dispuesto a que le explotarán para explotar.
Me quedé sin saber cómo reaccionar ¿Cómo que esto siempre se ha hecho así? En ese momento paso por mi mente que probablemente este angelito hiciera horas extras sin cobrarlas, obligando al resto de sus compañeros a tener que aceptar lo que no es sino una forma de explotación que, ciertamente, no supone una mejora dentro de las estructuras de unas empresas en las que la becarización de los trabajadores —la aceptación constante de condiciones precarias— es un elemento curricular.
Aquello me hizo pensar que quizá yo me estaba equivocando respecto a la manera en la que estaba afrontando mi vida laboral. ¿Debía olvidar una mínima ética del trabajo —la que de forma solidaria ayudó a la generación de mis abuelos a construir un estado social del bienestar— plantarme y trabajar sin cobrar?
Ahí estaba el problema. Nunca nos pagarán lo que nos deben si aceptamos hacer horas extras sin cobrarlas. Si aceptamos la explotación con el objetivo de “labrarnos un futuro”. Solamente estamos perpetuando un modelo precarizado de explotación. Querer trasladar ese modelo a otros trabajadores es no sólo mezquino sino también parte de la estructura extractiva de un sistema desregulado y precario. Una falsa meritocracia en la que el trabajador asume como elemento curricular el soportar la explotación y no sólo la asume gustoso sino que la exige para los demás, convirtiéndola en una suerte de rito de paso iniciático.
Ok, chavala, muy bien, tu estas dispuesta a olvidarte de tus derechos pero, ¿Te has parado a preguntarte que tu renuncia nos afecta a todos? Pareces no apreciar el hecho de que los derechos que disfrutas (o que deberías disfrutar) no son una dádiva ni un regalo. No son opcionales. “Ya bueno pero es que quedarse media hora más no es nada” me decía ella, cuando le explicaba que la única arma que tiene un trabajador es la solidaridad con el resto de compañeros y el control de su fuerza de trabajo (y su tiempo) por lo que regalarla (sea media hora o sea un minuto) es absurdo.
Y he aquí el auténtico quid de la cuestión “Por media hora más…”. Ay, cariño, estas convirtiendo lo excepcional en norma. Estas aceptando horas extras sin cobrarlas, de forma que las integras casi de forma obligatoria a tu jornada y con ello obligas a los demás. ¿Has pensado que al hacerlo conviertes todo ese tiempo que no te pagan en curricular? ¿Has pensado en tus compañeros que quieren conciliar? ¿En las compañeras que quieren pedir su baja por maternidad? A ver si empiezas a pillarlo: que no cobres un sueldo por lo que haces nos afecta a todos. Estas dejándote explotar, haciendo que todos nos tengamos que dejar explotar, convirtiendo la explotación y su asunción en norma. Te has tragado lo del sacrificio cuando en realidad eres un agente más del sistema ¡Sorpresa! Quieres hacer a tus compañeros lo que te hicieron a ti, no mejorar las condiciones de todos. Eres una explotadora más.
Es enteramente culpa tuya (sin partes). Lo lamento. Ni sé ni me importa cómo te criaron tus padres aunque probablemente sepa que el modelo explotador es tremendamente clasista y reaccionario: en muchos casos sólo quien ya tiene una red de apoyo familiar puede soportar trabajar gratis o —en ocasiones— pagar por trabajar. No se trata por tanto de preparar para el fracaso, se trata de enseñar excelencia, y si esta es exigible a los trabajadores (y lo es) no lo es menos a los empleadores.
La excelencia se aprende en clase, desde luego tiene poco que ver con clasificar a nadie y mucho menos con humillar. El fracaso ocurre, y es independiente de los derechos laborales, independiente del cobro de un salario digno por un trabajo digno. Querer relacionar ambos es una trampa, una falacia lógica. Manzanas traigo. Estoy más que dispuesto a fracasar, a equivocarme (todos lo hacemos) y a fallar, pero no tengo porque hacerlo gratis.
Nadie es perfecto, desde luego. La crisis no es un ente externo. Un monstruo que viene de ningún lugar ignoto. La crisis, y las medidas neoliberales tomadas para paliarla, la han soportado, en mayor medida los trabajadores, las clases medias y bajas. La culpa de todos nuestros males no la tiene solo la crisis, la tiene el sistema y dentro del sistema la existencia de esclavos agradecidos, de atuoexplotados gozosos que destruyen con su actitud —que erróneamente creen esforzada— las opciones de los demás.
No es esta una postura fácil. ¿En quien fijarse? En quien no explota a los demás. En quien no se deja explotar. No se trata de estar por encima del bien y del mal. Confundir dignidad con soberbia es otra trampa de domesticación (exigir los derechos legales nunca es soberbia).
Si sabes que lo que estás haciendo lo estás regalando la solución es sencilla: NO LO HAGAS. Si lo sigues haciendo, sabes que nos perjudicas a todos. Que encima pretendas criticar a quien no acepta el exiguo “es lo que hay” como justificación resulta vergonzoso. Ha habido otras muchas cosas que “han sido lo que hay”. La discriminación laboral, la inexistencia de medidas de seguridad en los trabajos, la prohibición de la huelga… y han desaparecido precisamente porque hubo quien no se resignó. Porque hubo quien se preguntó por qué tenía que hacer media hora más que nadie le iba a pagar.
Luchar para que las cosas cambien es lo que nos ha traído hasta aquí. Si nadie cogiera ese curro mal pagado, resignándose, quizá las cosas cambiarían aún más. Trabajar de 8 a 3 por 600 euros no llega ni al salario mínimo interprofesional.
La jornada de 8 horas, el mes de vacaciones pagados o las dos pagas extras no estaban ahí porque sí, se ganaron a base de luchas y los empresarios de la época vaticinaban el hundimiento total de la economía y el derrumbe de la sociedad, que obviamente no sucedió.
Conozco trabajadores explotados, que vienen de largos años de paro, que votan partidos de la derecha porque «si le va bien al empresario me irá bien a mí», que desprecian lo público (tras haber cobrado indemnización o paro) y que putean a los sindicatos porque comen marisco. No sé si es ignorancia o estupidez o una sabía y trabajada mezcla de ambas en su cabeza por parte del los poderes fácticos, la cuestión es que son una gran masa de personas las que piensan así y las que nos llevan al desastre.
Los partidos de izquierda deberían fijar su foco, fundamentalmente, en atajar esto y en concienciar a los que tenemos nómina, porque vamos a hacia un abismo que, según entiendo, también arrastrará a los que lo han incentivado, porque con una población empobrecida los iPhones no se venden bien.
trestelefonos
junio 25, 2018 at 12:39
El problema no viene sólamente de los esclavos agradecidos, que obviamente están ahí y nos perjudican a todos ¿pero qué opciones le quedan a un recién titulado con absolutamente ninguna experiencia?
Los colegios profesionales tendrían que perseguir estas prácticas y castigar e humillar a los arquitectos que exploten. Multas, retiradas de licencia para ejercer, avergonzarles en público por su comportamiento etc. Hay que cambiar la cultura laboral desde arriba. No hace falta ni que se enmiende la ley, todas estas injusticias son ilegales actualmente. Si se invirtiese el dinero de nuestra cuota concienciar, se animase desde el Colegio a denunciar y se hiciesen varios casos ejemplares al año los estudios cambiarían de mentalidad.
No entiendo la pasividad de los colegios. En el Reino Unido, la ARB y la RIBA luchan activamente contea la explotación. Y funciona.
Isabel
junio 25, 2018 at 19:51
Totalmente de acuerdo. Cada persona tiene que poner su granito de arena para que el sistema cambie o al menos para que no baje más de lo que está. La crisis no es excusa para nada.
Saludos
Geotecnia facil
junio 26, 2018 at 19:04
[…] UNITED WE STAND… […]
Recopilatorio posts interesantes trimestre 2 2018 | ARQcoaching
julio 8, 2018 at 8:31
Completamente de acuerdo tenemos que unirnos y reclamar nuestros derechos
Diego Boluda
septiembre 12, 2018 at 11:05