El Día de las Alabanzas.

Dibujo para The Peak. Zaha Hadid.
Ha muerto Zaha Hadid, y las sensaciones son extrañas como lo son siempre cuando fallece alguien cuyo nombre nos resulta tan común, tan próximo, pero a quien sólo conocemos a través de su imagen, o de su obra. En el caso de Hadid, su presencia en la disciplina ha sido constante desde hace más de tres décadas, especialmente desde 2004, año en que recibió el premio Pritzker y ambas cuestiones, su imagen y su obra, forman parte indisoluble del personaje que ella misma creó a lo largo de los años.
Para mi generación Hadid fue una explosión de frescura en un mundo que tenía una excesiva tendencia a lo sufriente y a entender que lo serio era lo opuesto a lo divertido (Cuando el par dialéctico de este último concepto es “aburrido”). Aquel Croquis número 52 con aquellos dibujos que exploraban (Y aumentaban) los límites del deconstructivismo como evolución mejorada del posmoderno más ridículo (Vetado en la Escuela de Madrid salvo en ciertos oasis como la cátedra de Fullaondo), resulto un revulsivo que expandía intelectualmente nuestro campo de acción. Aun a día de hoy, pasados muchos años, el concurso para The Peak, en Hong Kong, forma parte de las clases que doy a mis alumnos y representa para mí a la mejor Zaha: la que no había abandonado aun la intensidad investigadora del dibujo como una herramienta (afiladísima) para conseguir una exploración proyectual y no la que glorificaba la herramienta, descargada de cualquier otro objetivo salvo el puro formalismo orfebre e hipertecnificado.
Zaha cambió, tras unas primeras obras cuyos resultados no eran tan atractivos como sus dibujos (Quizá jamás llegaran a serlo para los que admiramos aquellas imágenes, y quizá en eso somos parciales), el deconstructivismo por lo que Patrik Schumacher definió en su manifiesto de 2.008 como parametricismo. Pese a que lo paramétrico parece tener mucho que ver con la complejidad de las propuestas de Zaha en los 80 y 90 y la gestión de sistemas tendentes al caos (entornos de múltiples variables, controles matemáticos, etc…), la consideración excesivamente escultórica que suele expresar Schumacher (En la que el avance de la disciplina es una suerte de “más difícil todavía” cuya única exploración es formal) creo que empobreció sucesivamente la arquitectura del estudio hasta convertirla –salvo excepciones- en un catálogo de objetos ensimismados y tautológicos cuya única justificación parte de su propio origen instrumental.
Pocas de sus obras construidas en esta etapa –la más prolífica de su carrera- me interesaron excesivamente. Aun así debo decir que me resultan atractivos (casi guilty pleasures) –pese a lo poco didáctico de sus procesos- sus pequeños pabellones, sus piezas de escala reducida donde ese formalismo es menos perceptible, o aquellas donde la complejidad de algunos programas necesariamente más controlados obligo a la Zaha parametricista a parecerse más a la constructivista que todos recordábamos. La Academia Evelyn Grace en Londres me parece su mejor obra de este periodo, si no de su carrera, y resulta muy revelador que salvo avezados observadores poco mediatizados –como Anatxu Zabalbeascoa, a quien debo haberme fijado más en este edificio- sea una de las menos publicadas en comparación con –por ejemplo- esa montaña rusa efectista que es el centro Heidar Aliyev de Baku.
En cualquier caso sobre su obra han escrito ya David García Asenjo, Rodrigo Almonacid, Fredy Massad o José Ramón Hernández Correa, creo que bastante mejor de lo que yo sabría hacerlo jamás. Sin embargo, la muerte de Zaha Hadid trae a la actualidad dos debates interesantes que son los que les planteo y que vienen siendo una cuestión recurrente en n+1 desde hace años.
El primero tiene que ver con la representatividad, o por ser claros, con la infantilización de la misma. Zaha Hadid era, con toda seguridad, una personalidad compleja. Brillante, no tengo la menor duda, y compleja. Alejada de simplificaciones absurdas como la que en ciertos titulares relaciona su condición de mujer con lo curvilíneo de su arquitectura (Y que me parece ridícula, cuando no insultante). El personaje construido por la propia Zaha no era sencillo, y se componía de una buena dosis de divismo, de rockstar grandilocuente y autopublicitada. Bigger tan life, con lo bueno y con lo malo. Sostengo pues hace mucho tiempo que las referencias a su condición de inmigrante resultan un ejercicio de maquillaje políticamente correcto algo banal cuando sus orígenes distan mucho de ser precarios; Hadid provenía de una familia muy acomodada de Iraq y tuvo una educación de élite accesible sólo a unos pocos. Nada de lo que avergonzarse, por supuesto, pero que se oculta tras ese calificativo (inmigrante) de trazo excesivamente grueso en un ejercicio de engrandecimiento innecesario que también han desarrollado otros arquitectos del selecto club del Jet Lag (Foster, sin ir más lejos, plantea el mismo acercamiento a su propia figura en su fallido documental autobiográfico y hagiográfico).
Esta figura construida –y en buena medida autoconstruida- obvia generalmente que Hadid no tiene una difícil carrera de fracasos y precariedades, antes al contrario –y esto de nuevo no es un demerito salvo para algunas mentes excesivamente simplistas- ejerció de profesora en la AA desde su graduación, fue publicada y reconocida cuando aún era una promesa con pocos proyectos ejecutados (Desarrollando una labor teórica innegable pero alejada de los estándares habituales a la manera de su compañero de la AA Rem Koolhaas) y, pese a la complicación –técnica, presupuestaria, etc.- de muchas de sus propuestas, ha conseguido tener una carrera de éxito superior a la del ¿90%? de los profesionales del mundo. Esto no significa, en ningún modo, que el trayecto de Hadid fuera sencillo. Estoy convencido de que no lo fue en absoluto –porque en buena medida nunca –NUNCA- lo es, y menos para una mujer- pero las simplificaciones en términos restan valor a la trayectoria de una arquitecta que lo fue con lo bueno y con lo malo, como suelen serlo todos los personajes de interés.
A este respecto, y asumiendo que quizá entre en un jardín de tamaño selvático, me parece cuestionable el empleo de Hadid como referente en la muy necesaria lucha por la igualdad de la mujer en la arquitectura. Es innegable que Hadid peleó con denuedo por aquello en lo que creía pero convertirla en ejemplo, en figura heroica, nos llevaría a analizar qué era aquello en lo que creía y cómo lucho por conseguirlo. Me temo que desde hace muchos años, ninguna de estas dos preguntas tiene una respuesta excesivamente ejemplarizante. No creo que este sea el día en el que debamos entrar en listas de clientes cuestionables o declaraciones desafortunadas ni analizar la dicotomía entre ciertos discursos y la tendencia de la élite arquitectónica a considerarse impermeables al entorno (Tafuri, tan necesario en nuestros días, también Miranda cuando nos habla de la mejora panhumana como objetivo, de la capacidad de civilización). Baste decir que siempre soy reticente al encumbramiento idealizado del éxito como única medida humana si con ello se oculta la realidad, tan compleja como esta es, y que para mí –y esto es, lo asumo, debatible- los grises, blancos y negros de la verdad superan al blanqueamiento banal de lo comercializable. Quizá porque este no es necesario y menos aún en estos casos.
La otra cuestión que me parece relevante la he debatido a lo largo de los años con muchos compañeros. No esperaba por una razón de edad (Hadid era joven, lo que hace su muerte aún más lamentable) que fuera la arquitecta iraquí el origen del debate, pero lo cierto es que cabe plantearse que ocurrirá con un estudio tan dependiente de la potencia personal de su titular; o en otras palabras, cuando la arquitectura –en un alto porcentaje- se convierte en la firma de su autora. Tengo pocas dudas al respecto de la enorme relevancia de Patrik Schumacher en los proyectos de la última época de ZHA y sin embargo, la cuestión sobre la capacidad de supervivencia de una marca tan asociada a una figura del calibre mediático de Hadid parece pertinente cuando la primera generación de –a falta de mejor palabra- starchitects ronda ya (Y supera en muchos casos) los 80. El debate sobre el arquitecto heroico y demiurgo frente a la cuestión colectiva (Tan boyante y tan fructífera en España en los últimos años) parece evidente.
Más allá de estas reflexiones, entiendo que muy personales, creo que la disciplina pierde mucho con la muerte de Zaha Hadid. No soy sospechoso de no haber sido tremendamente crítico con muchas de sus actitudes y con buena parte de su producción, pero permítanme que hoy recuerde con cariño aquellos dibujos. Aquella capacidad. Aquella frescura. Aquella arquitecta que –pocos pueden decir esto- expandió los límites de la disciplina sin haber construido aún nada. Lo que vino después… vino y quizá no sea hoy el momento de analizarlo en detalle. José Ramón Hernández Correa (A quien envidio muchas cosas, entre ellas esa elegancia manchega, tan sobria) lo dice mejor que yo: nunca se habla mal del finado. El debate es algo menos interesante sin Hadid y eso, más allá de cualquier otra cuestión, siempre es lamentable. El tiempo destilará –siempre lo hace- su obra.
Descanse en paz.
Estoy de acuerdo en que no debería ser un referente, ni del avance de la igualdad de sexos ni de la integración del mundo árabe; no representa ningún caso habitual ni de unos ni de otros. Pero sí pienso que en cualquier caso es meritorio ser mujer e ir delante, abriendo camino en la selva, aunque perfectamente se pueden cuestionar los caminos, los métodos y los modos. Izascun pregunta «¿Llegará el sector a otorgarle a las mujeres no el derecho a ser hombres, si no el derecho a ejercer desde el pleno desarrollo de las capacidades femeninas? » Bueno, una vez más, se ha conseguido poner el tema encima de la mesa, y eso sigue siendo importante…
paula
abril 4, 2016 at 16:37
[…] blog “arquitectamos locos?” (publicado esa misma noche del viernes 1 de abril), o la de José María Echarte en su blog “N+1” escrito hoy lunes 4 de abril. La actualidad tiene estas cosas, querido […]
Lo que me interesó de Zaha Hadid… y lo que no. | el blog de [ r-arquitectura ]
abril 4, 2016 at 21:04