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Aquí también hay que leer compulsivamente (LFC)

A Fine Product / A Good Space

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Godspeed, printer!

Hoy es un día triste amigos.

Hoy, tras una carrera que solo podemos definir como inmejorable, dejando tras de si una hoja de servicios intachable, plena de grandes momentos y excelsas impresiones…. Hoy, repito… Epsy nos ha dejado.

Epsy es la Epson Stylus Photo 2100 del estudio. Con capacidad de carga e impresión de cedeses, rollo continuo, A3 hasta el borde y 1440 ppp. La semana pasada Epsy se sintió envejecer por minutos, empezó a no querer imprimir en negro… ni en azul clarito… ni en magenta oscuro… vació 4 de sus ¡8! Cartuchos haciendo limpiezas, alineaciones de cabezales….

Pero Epsy estaba tocada, poco o nada podía hacerse desde las utilities de Epson por su carro de cabezales, que habían servido con diligencia y una fidelidad abrumadora a este su seguro servidor.

La llevamos al servicio técnico, donde, tras una semana de cuidados intensivos y el cabezal sumergido en disolvente, nos dieron la noticia de que la pieza estaba irrecuperable. Ni cortos ni perezosos, y dado que es una impresora que va bien, que tira hojas como si no hubiera mañana, que lleva un carro de rollo incorporado lo que es comodísimo para sacar monos, que imprime CDs, y muchas otras cosas de la que no negaremos que la menor no es el aprecio que le tenemos al cacharro…. Decidimos cambiar la pieza.

Y hete aquí que….

YA NO HAY PIEZAS PARA LA EPSON STYLUS PHOTO 2100.

Es el fin de Epsy. Una maquina de solo 7 años de antigüedad, que hasta ayer mismo funcionaba perfectamente, de forma fiable…. Y que probablemente venderemos como chatarra al peso (Tras quedarnos con su frontal a modo de homenaje y recuerdo, que pasara al Printers Hall of Fame junto a la botonera  de la EPSON 1520 que tuvimos hace siglos).

En realidad, Epsy es victima de la obsolescencia programada, que no implica el fin de un diseño porque otro mejor (Muchísimo mejor) lo sustituya o porque haya un cambio de tendencia de usuario que lo haga obsoleto sino, simple y llanamente, porque tiene, desde el día que nace, una fecha de caducidad “virtual” no relacionada con su capacidad para seguir funcionando sino con la necesidad de que como usuarios consumamos más y más. Una necesidad que no proviene de nuestras cuitas como consumidores sino de las cifras de venta de las compañías que fabrican aquello que compramos.

Y, llámenme materialista o digan que esto son desvaríos producidos por el calor, pero ¿Cuándo dejamos de tenerles un cierto cariño – apego a los objetos que usamos? Ciertamente tengo claro que la Stylus 2100 (Lo de Epsy es una licencia… ya saben) es un objeto, una maquina… pero no puedo evitar pensar que le hemos hecho su mantenimiento, sus limpiezas, le hemos puesto su funda… la hemos conectado a un enchufe temporizado para que imprimiera un par de hojas en vacaciones cuando no estábamos y no se quedara seca…. Nunca ha dado un problema, y ahora una sola pieza supone la compra de un nuevo aparato con el que ocurrirá, previsiblemente, lo mismo.

Llámenme también nostálgico pero antes se arreglaban las cosas. Se llevaban a talleres donde un tal “Pepe el apañao” o “Manolo el manitas” te dejaban una plancha Solac que ya daba algún fallo como nueva. Lo mismo ocurría con lavadoras y lavavajillas, duraban años, lustros, decenios, podían incluso heredarse y una plétora de personas se dedicaba a mantenerlos y afinarlos, cuidarlos y engrasarlos.

¿Cuando empezó a ser más rentable consumir como si no hubiera mañana que un equilibrio lógico entre aparatos bien diseñados y construidos, mantenimiento y durabilidad? No se trata de que los señores de Epson vendan una vez impresoras y no vuelvan a vender otra en 100 años, pero sospecho que la balanza de ese equilibrio entre ventas necesarias y duración del producto les favorece sobremanera y de forma altamente artificial

¿Estamos pues en el mundo Windows donde todo se basa en la publicitaria promesa de una mejora -que luego no es tal- pagada a precio de oro con el abandono absoluto y desmemoriado de lo anterior? ¿Deberíamos querer un mundo mas Linux donde lo que se paga es el mantenimiento, de haberlo, y los objetos son duraderos?

¿Por qué hay un autocad nuevo CADA AÑO? ¿Es realmente necesario? ¿Necesitábamos la versión 2000? ¿Really-really?

Recuerdo una maquina de copias de amoniaco que había en el estudio de mi padre. Ozalid se llamaba el proceso y la marca, y hacia unas copias fantásticas en papel helio-sensible. La maquina tenia la friolera de 20 años y, con sus mantenimientos y sus engrases, seguía funcionando como el primer día.  En el tiempo que he “coincidido” con esa maquina, he “quemado” dos impresoras multifunción, un escáner, una impresora A4 y esta ultima A3. La maquina de copias de amoniaco desapareció porque es cierto que la tecnología Xerox presenta muchísimas ventajas, lo cual es un cambio lógico en un tiempo mas que lógico. Por el contrario, en ninguno de los casos de mis caídos en el campo de batalla… ha habido posibilidad alguna de arreglarlos o de sustitución por autentica obsolescencia funcional.

Uno se pregunta si pasa lo mismo con la arquitectura, si ocurre como con mi Epson Stylus o si debería por contra ser como la maquina de amoniacos. Si hemos, en la ultima década, pagado objetos que atraen nuestra atención a base de novedades (Que no lo son tanto) y promesas (Incumplidas en muchos casos) y que tiene una fecha de caducidad grabada en su propia información genética o si tenemos un producto (aunque no me guste la expresión) capaz de repararse, transformarse, adaptarse y, sobre todo, amortizarse.

Es un ejemplo clásico el de antiguos edificios que con modificaciones, más o menos profundas pero asumibles, funcionan con una considerable facilidad alojando programas para los que en su origen no estaban pensados. Recuerdo concretamente el formato de hospital real renacentista, con su esquema de pabellones y patios y que hemos visto transformado en museos, consejerías, colegios, escuelas incluso discotecas y bares…. Sin querer que estas palabras sean una oda al mundo viejuno, no se trata de eso, cabe preguntarse si nuestras catedrales del siglo 21 conservaran esa enorme capacidad de adaptación.

En una reciente entrevista de Pilar Pinchart (Skafandra) a Florian Beigel y Phil Christou, en un momento determinado se aborda la cuestión contemporánea de la flexibilidad que Pilar identifica (Creo que muy acertadamente) con un rechazo sistemático del programa como herramienta. Beigel y Christou ejemplifican su explicación con el modelo de vivienda victoriana y concluyen con una frase que me parece perfecta: No se trata de que sea espacio flexible, se trata de que es un espacio adaptable…. De que es un buen espacio.

Así, un mercado en el que las impresoras, sigamos con el ejemplo, han pasado de objetos de lujo a bienes de consumo rápido podría parecernos de una libertad extrema cuando en realidad su comportamiento esta ligado a restricciones, al menos en determinados aspectos, mucho mas férreas. No hay impresora que 10 años dure, parece ser la clave, lo que convierte la supuesta libertad en la sumisión a un sistema que no solo contiene esta reducción de un grado de libertad sino otras tan surrealistas como la de no poder intercambiar cartuchos (Incluso dentro de una misma serie de una misma marca).

De la misma forma quizá la aparente libertad de la desaparición del programa o de su sumisión a otras cuestiones mas relacionadas con la iconicidad o una flexibilidad que es solo falta de caracterización espacial, supone únicamente una arquitectura con fecha de caducidad presa de una libertad prediseñada e incapaz de adaptarse con facilidad a cambios que rentabilicen una inversión a lo largo del tiempo (¿Alguien sabe para que sirve TODA la ciudad de la cultura de Galicia? ¿El pabellón puente de Zaha? ¿La abandonada espiral de Toyo Ito?).

Al igual que mi Epson, en muchos casos la arquitectura esta amenazada por una obsolescencia que esta muy lejos de depender de la natural evolución de los usos y los programas y muy relacionada en cambio con un origen gestacional en el que la durabilidad, el mantenimiento, la transformación o el factor temporal no eran un parámetro a considerar.

Con mi impresora no habrá mucho problema, puede reciclarse y venderse por piezas para que otras impresoras soslayen, aunque sea temporalmente, el final programado de sus días. No estoy muy seguro de que podamos hacer lo mismo con la arquitectura. Sea como fuere, seremos testigos más pronto que tarde.

Quizá todo lo que hace falta a veces es un buen producto. UN BUEN ESPACIO.

Ni más ni, evidentemente, menos.

Written by Jose María Echarte

junio 28, 2011 a 11:33

8 respuestas

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  1. Sin duda el párrafo más interesante me parece este en que comparas esa obsolescencia programada con la de nuestra arquitectura y su durabilidad dudosa…con la salvedad de que, ennuestro caso, ni siquiera es programada ni nos beneficiaremos de esa «obligada reposición» del producto mAlO.

    m0e

    junio 28, 2011 at 11:54

  2. Lo de la obsolescencia programada es un problema real del que ya hemos hablado mucho Jose Maria y yo. A mi me ocurrió algo similar con mi primer y único iPod comprado (luego me hice la promesa de no tener ninguno pero me ragalaron uno): al mes de acabarse la garantía de un año, se estropeó la batería y no duraba más de 25 minutos. El problema sería tan sencillo como cambiar la batería, solo que apple hace baterías empotradas y como cambia de modelo cada año ya no fabrica recambios. No queda otra: Tirar un reproductor «bueno» (o eso parecían indicar su marca y sus 200€ de coste) tras un año de duración. ¿Traducción? Muchos ingresos para unos pocos (los fabricantes) y muchos costes para los demás. Costes para el particular (que tiene que comprarse un aparato nuevo que durará tanto o menos como el anterior), costes (pérdidas) para los profesionales que ofrecían mantenimiento (¿cuantos relojeros o zapateros quedan en vuestros barrios?), costes ambientales por la cantidad de residuos generados y costes económicos a las administraciones por tener que tratar esos residuos y por tener que mantener a los profesionales que hacían mantenimiento y se han quedado sin trabajo y no han sabido o no han podido reinventarse.
    El tema, por tanto, es muy serio, y creo que como consumidores deberíamos exigir un certificado de durabilidad similar al certificado energético que tienen los electrodomésticos de hoy. (El problema es que no se muy bien cómo proceder para conseguirlo).

    Respecto a la obsolescencia programada de los edificios creo que no es del todo comparable. Seguramente sea cierto que dentro de unos 80-100 años en las ciudades no quedará ningún edificio de los realizados en los años dorados de la construcción y que dentro de algunos más no se si quedará rastro alguno de lo que construimos hoy (habrá un salto entre las catedrales, que seguirán en pie, y la construcción del siglo XXII). Seguro que ocurrirá lo mismo que el problema que explica JMER con su Epsy, pero en grande (porque los edificios son más grandes y más caros, porque habrá que demolerlos…). Pero la diferencia que veo es la que apuntaba m0e: en este caso no será porque alguien haya tomado la decisión consciente y premeditada (quizá con noctunidad, pero seguro que con alevosía) de hacer que las cosas duren menos para llenarse más los bolsillos, sino por otros motivos: calidad de materiales malos, patologías que afecten a materiales o sistemas constructivos no testados lo suficiente, nuevas instalaciones o tecnologías (¿quién iba a pensar que la electricidad, o los cables de red iban a tener tanta importancia en nuestras viviendas?) o, quizá, nuevas formas de habitar.

    Quizá por eso en este caso sí que veo que podemos aportar mucho a estos problemas como arquitectos. (si el promotor nos deja, claro)

    Carlos Cámara

    junio 28, 2011 at 12:45

  3. gracias por la mención…Beigel, es radical, un buen espacio, es eso, a good space. sin mas.
    besin

    skfandra

    junio 28, 2011 at 13:15

  4. Para los que os guste saber mas de la obsolescencia programada os dejo el enlace con el documental que echaron por la dos:

    Y dice: «el ciclo de vida es el nuevo eufemismo para hablar de obsolescencia programada»

    Interesantísimo tema y genial traerlo hasta la arquitectura. Enhorabuena.

    Pedro

    junio 28, 2011 at 15:55

  5. Coincido con Carlos en que es más bien obsolescencia no programada, en el caso de la arquitectura, ya que aún así el ciclo de vida de un edificio es demasiado largo como para que un plan de negocio típico le saque partido. También porque no puedes asegurarte que para arreglar tus chapuzas recurran a ti de nuevo (más bien al contrario), ya que no hay estándares cerrados ni patentes: al edificio sí le puedes meter una batería de otra marca, por así decirlo.

    Yo creo que la arquitectura tiende a tirar por lo abierto para solucionar sus problemas. Estamos acostumbrados a trabajar con sistemas conocidos y accesibles por cualquiera, a hacer chapuzas de todo tipo y a tirar de unos profesionales u otros sin atender a fidelidades de marca.

    Y eso que la tendencia de la arquitectura de firma es a imitar a Apple: que todo esté tan pensado y acuñado como obra de arte y diseño, que no haya dios que se atreva a meter un IPE cualquiera entre las fantásticas vigas de diseño que comienzan a fallar. Eso es lo que más daño está haciendo a la arquitectura como producto y como servicio.

    Luego está el tema de que haya que recurrir siempre a la chapuza en sí para prolongar la vida de los edificios. No sé si el creciente desarrollo de sistemas constructivos, por ejemplo en la línea de CAM/CAE, permitirá pensar en arquitecturas con piezas reemplazables y que se puedan volver a fabricar rápidamente por encargo, y si el modelo de negocio de los estudios y constructoras lo permitirá de forma abierta (permitiendo al cliente tener las especificaciones digitales de su edificio) o si se tirará por el lado de «te jodes y pagas, que está patentado». Cruzo los dedos por lo primero, y espero que seamos tan consecuentes como para apostar por ello.

    Jorge Toledo

    junio 28, 2011 at 16:00

  6. Creo que se va creando una conciencia al respecto y quizá la primera empresa que garantice que sus impresoras van a durar 15 años y que proporcionarán los recambios y el servicio técnico adecuado para ello, se quedará con gran parte del mercado, porque quién haya visto el reportaje de la dos y no sea capaz de demandar algo así aunque le cueste 50€ más es un desalmado.
    Y peor que la obsolescencia programada es la percibida, eso si que es realmente lamentable.

    En cuanto a la de los edificios, creo que se trata de obsolescencia «por racanería» en la mayoría de los casos; el promotor no pensó en que el edificio fuera malo para hacer otro en 50 años, simplemente quiso ahorrar lo máximo posible para incrementar al máximo el beneficio. ¿Dentro de 50 años? si no les preocupa ni lo que pase en el año de garantía posterior a la entrega!!
    Todo ello apoyado por un sistema legal que defiende al que choricea y la nula tendencia de los promotores al uso de hacerse un nombre que se asocie con calidad, más bien la tendencia es a tener un Mercedes más grande que el que ya tienen.

    Y los arquitectos hemos colaborado con esto, nos guste o no.

    JCM

    junio 30, 2011 at 13:39

  7. Hace un par de semanas estuve en Santiago. Tuve tiempo libre y pensé en conocer la Ciudad de la Cultura. Pero el caso es que hice eso: pensé… y decidí no hacerlo. Un monstruo descomunal sin contenido, apartado de la ciudad, en mitad de un monte ¡Estamos locos! Me contenté con ver un video en internet en el que Eissenman se montaba un discursito de 10 minutos explicando en inglés el significado de su obra (en realidad no hay mucho que explicar: «is a piece of shit»). El problema de la obsolescencia es secundario es estas obras fruto de la megalomanía de nuestros políticos (sociatas, peperos y, si les damos tiempo, hasta de Bildu). El problema primario es la innecesariedad del 99% de estas intervenciones y su coste disparatado (setas alemanas, guerras de las galaxias suizo-valencianas, papiroflexia anglo-iraquí…)
    Respecto a los trastos, decirle a Carlos Cámara que a mi también se me murió la batería del viejo iPod, pero si te entretienes por el youtube verás que con un poco de maña se puede abrir. Yo encargué un puñado de baterías chinas por cuatro perras y lo tendré funcionando hasta que me muera, para disgusto de los herederos de Jobs (a él sí que se le agota la batería, por desgracia).

    Freddie Mac & Fannie Mae

    junio 30, 2011 at 21:07

  8. totalmente de acuerdo; «En cuanto a la de los edificios, creo que se trata de obsolescencia “por racanería” en la mayoría de los casos; el promotor no pensó en que el edificio fuera malo para hacer otro en 50 años, simplemente quiso ahorrar lo máximo posible para incrementar al máximo el beneficio»

    almale

    julio 2, 2011 at 12:35


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